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COMENTARIO

Gaby Vargas

Juntos y solos

Luis y Mariana son una pareja de hoy, como padres de dos pequeños cubren juntos los gastos familiares. Trabajan tiempo completo, tienen una agenda profesional llena y transitan por un camino ascendente. Lo anterior los hace sentir realizados, útiles y productivos. Además, gozan de un amplio círculo de amigos y una agitada vida social.

Sólo que hay un pequeño detalle: no tienen tiempo para la intimidad; sus prioridades nada tienen que ver con su relación como esposos, compañeros, amantes o amigos. Es decir, más que una pareja son una especie de socios. Toda su energía se dirige hacia el exterior: cumplir, complacer, divertirse con o para los otros... y lo hacen muy bien.

En los diez años que han estado casados han viajado mucho por separado, con amigos, con los hijos, con sus respectivas familias políticas o por cuestiones de trabajo, pero nunca solos. "No sé, no se ha dado -me platicó ella-, desde la luna de miel no hemos tenido tiempo; los dos trabajamos mucho".

¡Bang, bang, bang! escucho como en las películas de James Bond. Al escuchar su historia resuena en mi cabeza la alarma que avisa que la relación -tarde o temprano- puede estallar, a pesar de que en apariencia todo esté "bien".

¿Qué pasa con la intimidad a nivel sexual, emocional y espiritual de la pareja? Ésa es la que garantiza mantener viva una relación. Cuando crees tener muchos problemas con tu cónyuge, en realidad es uno: estar desconectados.

Cualquiera puede entender que los gastos que exige una familia son muchos, sin embargo, sólo cuando tienes experiencia y muchos años de matrimonio -como es mi caso-, te puedes dar cuenta de que uno de los grandes secretos para que una relación no sólo dure, sino que se vuelva nutritiva, divertida, compenetrada y enriquecedora es darse la oportunidad de pasar tiempo juntos y solos, por lo que debe ser una prioridad. Los viajes son una manera de hacerlo. El destino no importa, como tampoco la duración; aunque siempre el cuerpo y la mente tardan un par de días en desconectarse de la rutina, por lo que si el viaje puede ser de al menos tres días, es mejor.

La relación de pareja es un viaje en sí, un viaje de exploración mutua nada fácil, para fortalecerlo se requiere de una conexión a nivel más profundo de la que ofrece la cotidianidad.

Viajar juntos y solos es como meterse dentro de una burbuja en la que la relación se da a otro nivel. Te da un espacio para descubrir el alma, refuerza la confianza, el compañerismo y la complicidad. No hay distracciones, sólo están el uno para el otro. Por un momento los pendientes se olvidan y se recuerdan los motivos por los que se enamoraron.

Lo curioso es que muchas parejas evaden viajar solas. Es un asunto que no hablan ni expresan, simplemente vuelven un acuerdo implícito. Quizá temen encontrarse con el espejo real de su relación, darse cuenta de que su intimidad no es tan disfrutable, que las bases de la unión están fuera, quizá se trate de los hijos o de una comedia social; o bien carecen de temas de conversación que duren más que el intercambio de frases prácticas y cotidianas.

El viaje de pareja debería procurarse una o dos veces al año, casi como obligación. No es necesario recorrer grandes distancias ni ir a lugares exóticos. Se trata fundamentalmente de abrir un espacio para compartir. ¿No es la pareja el centro más importante de una familia, de una sociedad y de un país? Estoy segura de que al darse mutuamente lo más valioso que se tiene: tiempo, mejoraría todo, tanto la intimidad como el entorno.

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