Hay sorpresa y preocupación por el hecho de que el crecimiento del comercio mundial ha caído mucho. Cuando en las tres décadas hasta la crisis de 2008 creció al doble (7% anualmente) que la tasa del producto global (3.4%), desde entonces crece apenas a la misma tasa del producto.
La sorpresa no debería existir. En realidad el comercio no es vía de crecimiento por sí mismo, excepto para países con clara estrategia exportadora, como China o en otra época los tigres asiáticos. En la mayoría de casos el comercio resulta de mayor crecimiento. Por ello no debería sorprender que a partir de 2008 se vea frenado.
Su principal motor es el aumento del ingreso por habitante. Al aumentar éste, los gustos y necesidades de la población se van diversificando. Como ninguna economía produce todas las variedades de productos que se van demandando, las importaciones aumentan. Y para pagarlas también deben aumentar las exportaciones.
Ahí surge el problema. En la cúspide la globalización grandes economías no exportaban y en cambio eran altamente importadoras (Estados Unidos, Gran Bretaña, España y ahora, con diferencias, Brasil y la India). El desbalance externo contribuyó directamente a sus recesiones, pues perdieron muchos empleos. Al bajar su crecimiento, bajan sus importaciones. En el camino descubren que deben producir más localmente para recuperar empleo.
Este descubrimiento es lo que causa la preocupación. La creencia de que sólo aumentando el comercio habrá crecimiento y de que no importa importar de más, pues la economía puede ser de servicios, ya pasó de moda. El principal importador del mundo, Estados Unidos, no sólo crece hoy menos, sino que también importa menos. Por eso su alto déficit en cuenta corriente externa cayó de 6% del PIB a menos de 3% en sólo seis años.
Y su gobierno ha estado enfocando su acción en la reconstrucción de su propia base manufacturera, pues tiene alto desempleo y ya comprobó que los empleos mejor pagados están en las manufacturas. No es casual que Honda haya logrado que sus exportaciones de automóviles desde Estados Unidos superen a sus importaciones a ese país.
Esta y otras compañías automotrices explican una nueva estrategia global: concentrar su producción en países de grandes mercados automotrices, para reducir fletes y costos de distribución, protegerse contra fluctuaciones de tipos de cambio, resguardarse de cambios en las relaciones comerciales entre países y evitar sorpresas con impuestos sobre importaciones.
Si bien el libre comercio está vigente, para ese tamaño de inversiones y de riesgo sólo se trata de una garantía formal. El organismo Global Trade Alert ha registrado entre los países del G20 1,500 medidas proteccionistas desde 2008, fecha en que dicho Grupo declaró que no recurriría al proteccionismo.
México da mucha importancia a los tratados de libre comercio, pero en 2013 ya experimentó el cambio de reglas por Brasil y Argentina, precisamente en industria automotriz. Y por lo visto sigue creyendo que estos acuerdos son la vía para el crecimiento.
En la industria automotriz su gran plataforma mundial de ensamble para exportación ya no será suficiente para seguir atrayendo grandes inversiones si las empresas, además, quieren un mercado interno grande. Sólo Honda vendió en Estados Unidos más que las ventas de todas las empresas en México.
Algo que México podría comenzar a hacer es frenar la importación de automóviles usados llamados "chocolate" que, siendo popular, quita mucho mercado a la industria y sobre todo aumenta la contaminación.
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(Economista)