En las últimas semanas se han conocido datos y ocurrido eventos que, en términos generales, no son favorables para nuestro país. En esta nota destaco seis que, si no son atendidos en tiempo y forma por la política económica, pudieran crear complicaciones preocupantes a nuestra economía.
Primero, el Gobierno ha revisado en varias ocasiones sus expectativas alegres de crecimiento económico de principios de año. Las estimaciones privadas más recientes son que el PIB crecerá alrededor de 2 por ciento, en vez del 3.9 por ciento previsto en Criterios Generales de Política Económica para 2014 y defendido todavía por la Secretaría de Hacienda en el mes de mayo.
Segundo, nuestras autoridades han probado ser incapaces de lograr la meta de 3 por ciento de inflación que se fijaron desde hace más de una década y año tras año fallan en su estimación inicial. El crecimiento de los precios sigue tercamente por encima del 4 por ciento anual, techo del intervalo meta del Banco de México (Banxico) y así pudiera acabar 2014.
Tercero, la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos (EU) sigue orientada hacia condiciones menos laxas en el futuro, lo que ha apreciado al dólar frente a las monedas de otras naciones, incluyendo el peso mexicano.
Ello contribuyó a que no se materializara la previsión de un precio promedio del dólar de 12.90 pesos del presupuesto federal para 2014. En su lugar la cifra acabará alrededor de los 13.30 pesos, y con tendencia a la alza.
Cuarto, la disminución del precio del petróleo ha tenido un efecto negativo sobre la opinión de los inversionistas en cuanto a nuestras perspectivas para 2015 y, más importante aún, sobre lo que se puede esperar de la reforma energética en el corto plazo. Esto ha exacerbado la depreciación del peso, que fue de un 3.2 por ciento durante noviembre, llevando la cotización del dólar a 13.9415 pesos al cierre del 1 de diciembre.
Quinto, la caída del precio del petróleo, que si bien pudiera no tener un impacto relevante sobre el presupuesto del gobierno federal para 2015 por la compra de coberturas, tiene un efecto sobre las finanzas de Petróleos Mexicanos y, de sostenerse en los niveles actuales o caer más, colocaría en una situación muy precaria las finanzas públicas para el 2016.
Sexto, la cobertura petrolera no evitará que aumente el déficit externo en 2015 y, de no recuperar terreno el precio del crudo, se agravaría todavía más en 2016, disminuyendo además la entrada de capital externo, elemento central para el financiamiento del gasto y del déficit público.
En síntesis, no obstante un crecimiento mediocre, el entorno actual se caracteriza por una inflación que supera la meta oficial, con una depreciación importante del peso que pudiera generar presiones inflacionarias adicionales, con perspectivas de un déficit creciente en nuestras cuentas externas debido a un menor precio del petróleo, con menos entusiasmo del capital externo por invertir en naciones emergentes, incluyendo la nuestra, y con una expectativa de que cada vez está más cerca la primera alza de tasas en EU, lo que complicará las finanzas públicas de nuestro país.
En dicho contexto considero que no es apropiada la política económica vigente del Gobierno mexicano, que pareciera parte de la premisa que estos eventos son "pasajeros", que el precio del petróleo subirá pronto, que caerá significativamente el precio del dólar, que cederán las presiones inflacionarias y que el capital externo seguirá fluyendo para financiar el creciente apetito de gasto de nuestras autoridades.
En las condiciones actuales sería un terrible error caer en la complacencia y seguir con una política monetaria expansiva y una política fiscal con un alto déficit público, confiando que todo lo que está o va mal se corregirá a nuestro favor.
Una actitud de esta naturaleza pudiera depreciar más al peso, echar más leña a la hoguera inflacionaria, desalentar más la entrada de capital externo, presionar al alza las tasas de interés internas y complicar bastante las finanzas públicas, no sólo por una mayor dificultad para financiar el déficit, sino por el aumento de los gastos financieros asociados a la deuda externa.
Por consiguiente, es mejor prepararse para lo peor y esperar lo mejor. El gobierno federal debe actuar con responsabilidad, ajustando su gasto a la nueva realidad para que Banxico, que de cualquier manera tendrá que subir las tasas de interés, no se vea obligado a hacerlo de manera más agresiva.
Este sería el caso, de no reducirse el gasto público, ya que habría mayores presiones sobre las tasas internas, debido a un entorno que promete ser poco propicio para encontrar todo el capital externo necesario para financiarlo.