El Papa Francisco me simpatiza de modo particular, entre otras muchas cosas por su capacidad de conciliar el cristianismo con la vida del mundo actual más allá de los muros del Vaticano. Con toda seguridad su formación como jesuita tiene mucho qué ver en ello.
Dentro de esas expresiones suyas que en lo personal hallo agradables, fue una dada a conocer esta semana: "Internet es un don de Dios". Lejos de satanizar el uso del ciberespacio apoya su sensata utilización a manera de recurso de comunicación y difusión que, como cualquier otro elemento, no es bueno o malo en sí mismo sino partiendo de la forma como se utilice.
Un buen amigo comparte a través de redes sociales un artículo que me pareció excelente. La publicación original está en el blog en español de Dan Pearce: "Single Dad Laughing", que les recomiendo de la manera más amplia. El título del texto es: "Acabas de quebrar a tu hijo. Enhorabuena", y habla sobre el modo inadecuado como en ocasiones los padres tratamos a los hijos, provocándoles daños permanentes en su autoestima.
Repasando las noticias y comentarios relevantes de esta semana, traigo a colación la columna de don Jorge Villegas respecto al caso del egresado del Tec de Monterrey que secuestró a una estudiante de esa misma institución pues estaba desempleado y necesitaba dinero. Don Jorge, con su singular estilo de ir directo y a la cabeza, hace una fina disección de los hechos para llegar a dos conclusiones: Todos somos culpables de este hecho aislado, y necesitamos formar personas integrales.
Cuando nos detenemos a medir la gravedad que han alcanzado ciertas cuestiones en nuestro país, volteamos a vernos unos a otros para preguntarnos qué fue lo que sucedió con nuestro México. De entrada no atinamos a precisar en qué momento dejamos de ser un país fundamentalmente tranquilo y bondadoso, para convertirnos en cuna de grandes ambiciosos, movidos por el afán desmedido de poseer, por cualquier medio y a costa de lo que sea, hasta ponerle precio a todo y a todos…
Los motores más poderosos que mueven nuestros actos se encuentran muy dentro, en esas necesidades tempranas no cubiertas que ahora buscamos satisfacer por la vía alterna, sin lograr finalmente ver satisfechas. Tal pareciera que todos como sociedad hemos producido una generación de resentidos sociales que ahora nos cobran la factura por nuestro desatino de crianza. En el interior de cada integrante de esas jóvenes generaciones que toman las riendas del crimen organizado, vive un chiquillo que siente odio, indiferencia o deseos de venganza en contra de una sociedad que por alguna razón no le inspira sentimientos de gratitud o de amor.
¿Estos individuos nacieron así, llegaron de Marte, o en qué momento se transformaron de niños a monstruos?... Habría que atribuirlo dentro del hogar a una cadena de desatenciones familiares, por desconocimiento, por falta de previsión, por ingenuidad, mientras que por otra parte, fuera de casa habrán sido los arquetipos impuestos por culturas ajenas a la nuestra, que nos convirtieron en una mala copia de países capitalistas del Primer Mundo, a los que hemos querido imitar. Esto es, aspiramos a poseer lo mismo que un estadounidense, pero por la vía fácil, en el corto plazo y sin sufrirla.
Los medios de comunicación han tenido lo suyo en la generación de estos modelos, además de que de modo sistemático, entre líneas, hacen apología de la violencia, y mandan a niños y jóvenes el mensaje de que lo importante en la vida es tener.
Regresando al blog de Dan Pearce, su texto parte de una escena que le toca atestiguar: Un padre hace fila en una tienda acompañado de un niño pequeño. El chiquillo primero le pide un helado, y el padre lo reprende; luego simplemente se aproxima a él canturreando, y nuevamente es regañado. La tercera vez, cuando se aproxima al padre, éste luce exasperado, y responde infligiendo al niño daño físico; ahora el hijo ha entendido el mensaje y se aleja, y para quien relata lo sucedido, termina anulándose frente al padre, de donde surge una dura reflexión del autor:
"Y aún nos preguntamos por qué muchos de nuestros hijos están mal de la cabeza cuando se hacen mayores".
Necesitamos formar personas integrales, dice el maestro Villegas con sobrada razón. Nos hemos empeñado en crear instituciones de primer nivel para la impartición de conocimientos que enriquezcan la parte intelectual de niños y jóvenes, pero hemos dejado de lado los aspectos emocionales y de formación de valores. O bien, quizás hemos querido enseñar valores de palabra, pero no hemos desarrollado la capacidad de ser modelos de dichos valores, y enseñar con el ejemplo, con la propia vida.
Primero poner orden dentro de casa, luego salir a conquistar el mundo.
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