Miles de jóvenes, de todos los estratos sociales, padres de familia y ciudadanos, se unieron a las protestas por el caso de Ayotzinapa y sus 43 estudiantes desaparecidos.
El Distrito Federal fue tomado por una numerosa manifestación que, en una sola voz, clamaba por justicia y porque los jóvenes aparezcan vivos.
La marcha más numerosa llevó a miles a tomar el Paseo de la Reforma, específicamente desde la sede de la PGR hasta la plancha del Zócalo.
Fue precisamente en tal sitio en que los ánimos comenzaron a caldearse, porque mientras un grupo nutrido de marchantes pedía tranquilidad y no caer en violencia, otro atizaba a los violentos, que terminaron derribando las vallas del Palacio Nacional para vandalizarlo.
Los jóvenes realizaron pintas sobre el Palacio y terminaron incendiando la puerta principal, que fue apagada por un sistema de aspersores automático.
Lo dicho se cohesionó con las marchas que estudiantes normalistas realizaron en Chilpancingo, donde, por segunda vez desde que inició la crisis, el Palacio de Gobierno fue incendiado tras arrojar bombas Molotov, piedras y quemar varios camiones que estrellaron contra las rejas del recinto.
Crece indignación por normalistas
