La separación de Crimea de Ucrania y su intención de unirse a Rusia ha ocasionado el aumento de las tensiones entre Occidente y la potencia euroasiática.
La República de Crimea declaró ayer formalmente su independencia y se dirigió a Rusia con una petición de adhesión, tras la rotunda victoria de la opción rusa en el referéndum separatista celebrado el domingo pasado.
En reacción, la Rada Suprema (congreso) de Ucrania aprobó un decreto presidencial para la movilización parcial de las reservas militares del país a la sureña península de Crimea, ante lo que considera una invasión de Rusia a su república.
Por su parte, el presidente ruso Vladimir Putin, firmó un decreto por el que Rusia reconoce a la República de Crimea como un Estado soberano e independiente, que abarcará toda la península incluida la ciudad portuaria de Sebastopol, que acoge a la flota rusa del mar Negro.
La respuesta de Estados Unidos no se hizo esperar. El presidente Barack Obama ordenó sanciones, como negar la visa y congelar cuentas, contra siete altos funcionarios rusos por el referendo de anexión celebrado en Crimea, del que reiteró que “no será reconocido” por la comunidad internacional, y prometió más medidas si el Kremlin sigue “interfiriendo” en Ucrania.
Según la Casa Blanca, se trata de las sanciones más severas aplicadas contra integrantes del gobierno ruso desde el fin de la Guerra Fría. La Unión Europea y Canadá también tienen listas negras de funcionarios rusos cercanos a Putin. Pero el ministro francés de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius, fue más allá al asegurar que será necesario recurrir a la fuerza contra Rusia “si se superan ciertos límites” en la crisis de Ucrania.
