Cada vez que abro El Siglo de Torreón o me entero de las malas noticias por cualquier medio de comunicación, me pregunto: ¿de verdad este es el mundo que nos merecemos vivir? La respuesta es un no rotundo.
La pobreza allega a la delincuencia y La Laguna se ha empobrecido; realidad que no podemos eludir al momento de combatir la inseguridad, levantar encuestas, estadísticas y/o hacer declaraciones.
Es indiscutible que los cambios en nuestras formas de vivir han influido y la jerarquización de valores ha cambiado usos y costumbres, pero tampoco es explicación suficiente para aceptar que los llamados "malos" existan por causas únicamente de aprendizaje y daño social.
En ese campo, la neurociencia ha estado avanzando con estudios que intentan demostrar causas, incluso genéticas, de la existencia de las llamadas malas acciones y tampoco han llegado a aportar información útil para aplicar remediarles, aunque sí han aventajado en la comprensión de algo tan complejo como nuestro cerebro.
Hay dos investigadores que trabajan en ese campo -la doctora en Biomedicina Feggy Ostrosky-Shejet, posgraduada de la UNAM, y el doctor José Oliverio Tovar Bohórquez, doctor en filosofía por la Universidad de Colombia- quienes han profundizado en el estudio del comportamiento humano y su evolución. Han escrito un libro dedicado al estudio del juicio moral y lo han titulado "Mentes Criminales, ¿eligen el mal?"
Desde luego que hay tema para rato y al tratarse de planteamientos neurofilosóficos, siempre queda la alternativa de disentir. La pregunta que nos hacemos, referida a los que llamamos "malos" es:¿nacieron así o se hicieron? Las respuestas tampoco son contundentes.
Hay estudios que hablan de la diferenciación del cerebro masculino del femenino por influencias hormonales; al parecer, los varones tienen mayor agresividad y una función distinta en algunas partes como el lóbulo frontal orientado a las emociones; las féminas, tienden más a la afectividad, con menores respuestas airadas.
A mediados del siglo anterior, para controlar la agresividad de enfermos mentales, recurrieron a una cirugía cerebral consistente en denervar el lóbulo frontal: la lobotomía frontal, considerada grave mutilación del paciente sometido a tal brutalidad; en los setenta, relacionaron el Síndrome Klinefelter con la agresividad.
Según Tovar y Ostrosky, el lóbulo frontal y los dos lóbulos parietales, así como partes medias del cerebro, participan en la agresividad y la tendencia al mal.
La reparación neuronal hasta hace pocos años era inaceptable y hoy en día la ciencia habla del ejercicio mental que permite el desarrollo y fortalecimiento en la comunicación de las redes. ¿No le parece emocionante y generadora de altas expectativas?
Si con los seres parasociales no coincidimos en los juicios valorales, también parece ser que participa algún factor genético, que mezclado con las vivencias y desarrollo humano generan eso que llamamos "hacer el mal"; de ser así, estamos evaluando erradamente a tales personas que definimos como malos y/o criminales.
Al parecer, estamos programados con normas morales y convencionales; las primeras se refieren a los valores trascendentales como el bien, la verdad y la justicia, que rigen a las sociedades; las otras, con los usos, costumbres y lo aceptado como adecuado o no por alguna sociedad en particular. Así es como cada quien desarrolla procedimientos de valoración y puede juzgar una acción valorándola como adecuada o incorrecta.
En cualquiera de los casos, podemos hablar de factores fuera de control de los individuos y, consecuentemente, es de conciencia reevaluar la "culpabilidad" de tales actos. Desde luego que no se trata de considerar aceptable aquello que atenta contra el bien común o el individual y debe continuar siendo combatido por el estado, protegiéndonos de esas malas acciones de los malos y/o criminales.
Por otra parte, la ciencia aplicada está muy cercana a encontrar respuestas a preguntas específicas; por ejemplo, con tinciones especiales han logrado medir el grado de actividad de diferentes zonas cerebrales en estados anímicos específicos.
Acciones consideradas como malas, marcan zonas frontales y parietales que responden con mayor oxigenación, así como partes medias del cerebro, caso del cíngula cerebral.
Algunos investigadores han encontrado datos que hablan de predisposiciones en algunas personas. Dean Hamer, investigador de la genética moderna que publicó un texto llamado "El Gen de Dios", afirma que aquellos que tienden al misticismo presentan diferencias en el denominado VMAT2; otro caso, también muy discutido, es la mayor incidencia estadística del Xq28 entre los homosexuales.
Estos son conocimientos que revolucionan los juicios valorales.
Siendo así, habrá que revisar nuestros conceptos de maldad y considerar que tal vez tienen alguna predisposición genética que se detona por influencias del tipo social y familiar. Aunque son culpables, nuestro repudio y reproche también debe ser revisado, sin dejar de protegernos de ellos con penas detenidamente repensadas.
¿Ya lo había considerado? Piense en nuestra crítica social y sanciones, quizá inefectivas. Lo dejo con sus pensamientos.
ydarwich@ual.mx