Gómez Palacio y Lerdo Violencia Gómez Palacio Buen Fin Gómez Palacio

Crónica gomezpalatina

De Santa Rosa de Lima a Gómez Palacio, Dgo.

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GÓMEZ PALACIO

Segunda Parte

En la primera parte de esta serie señalábamos el compromiso moral que tenemos sociedad y gobierno, con los fundadores de nuestra ciudad y municipio, y también con los precursores del desarrollo inicial de nuestra querida comunidad gomezpalatina, para reconocerles debidamente su valiosa participación en la formación de este solar norteño y su dinámico crecimiento integral, pues desde el 21 de diciembre de 1905, Gómez Palacio fue reconocida con el rango que ostenta oficialmente como ciudad, por el Congreso del Estado de Durango, dándole su autonomía administrativa y jurídica fuera de la esfera política del hermano municipio de Lerdo, y del no menos entrañable Partido de Mapimí.

Ya desde mediados del Siglo XIX, en un afán de supervivencia y de progreso, se empezaron a gestar en la hacienda de Santa Rosa de Lima, nuestro antecedente poblacional, modestas acciones de crecimiento incrementadas al máximo, por la llegada del ferrocarril en 1883 y la cauda de acontecimientos que provocó, al lanzarnos de súbito a un mundo de oportunidades. Particularmente, al motivarnos por la vocación industrial, generadora de progreso y crecimiento, que nos quedó como herencia eterna y nos dio calificación de gente creativa, laboriosa y tenaz. La práctica cotidiana de ese noble oficio, incrementó en consecuencia el crecimiento de las actividades comerciales y agrícolas ya de por si notables, particularmente en el cultivo de algodón en el que en 1908 fuimos líderes en la producción mundial, propiciando ese desarrollo repentino y potente la llegada de gentes de otros lares, que con su empuje y determinación, se sumaron a nuestra propia iniciativa de supervivencia digna, con metas de superación y solidaridad, contribuyendo de esa manera a fortalecer nuestra identidad, incorporando con su convivencia sus propias costumbres que se anclaron junto a nuestras raíces, que desde entonces ostentamos y que siempre deben perdurar orgullosamente.

Para fines del Siglo XIX, en la todavía Santa Rosa de Lima, ya se empezaban a llenar las manzanas de viviendas y comercios; las calles eran planas, muy anchas y rectas, con amplias banquetas, como no se había visto en ninguna ciudad, pero sólo las del centro estaban empedradas. La mayoría de habitantes extranjeros eran españoles, que con determinación y valentía dejaron su patria y se asentaron definitivamente en estos eriazos, con la esperanza de prosperar y trascender, y muchos nunca regresaron a su país. Por la añoranza de sus lugares de origen y su creciente presencia en la localidad, impusieron el nombre de provincias ibéricas a las calles: como Ampuero, Aedo, Burgos, Rascón, Bárcena, Burgos, Escorial, Donceles, Santander, etc. Solamente unas cuantas calles tenían nombres nacionales, el de Hidalgo, Juárez, Gómez Palacio y 5 de Mayo. El área fincada abarcaba once calles de oriente a poniente y doce de norte a sur. Muchas manzanas de las orillas contaban solamente con una o dos casas construidas.

La ciudad prometía ser un emporio de progreso. Fue así como se instalaron grandes empresas como la Fábrica de Hilados y Tejidos La Amistad, S. A., que estaba situada en la hoy calle Santiago Lavín; de la actual avenida Morelos al poniente, hasta la calle llamada actualmente 16 de septiembre, antes canal San Antonio. En 6 manzanas se ubicaba esta empresa, que tenía inicialmente 32 telares para la elaboración de mantas, imperiales, percales, y cretonas. Contaba con secciones de bonetería, cardadoras, varadoras y picadoras, sección de tintes y secadoras. Para movilizar los necesarios insumos y la vasta producción, contaba con un ramal de vía angosta llamada Decauville que se remitían desde y hasta la Estación Santa Rosa del Ferrocarril Central, a su destino final.

Este negocio fue fundado en 1887 por los señores Santiago Prince, doctor Cosme Prince y Miguel Torres, formando empresa con la razón social "Prince, Torres y Prince", que ante la aceptación de sus productos en el país por su calidad y demanda, para 1900, ampliaron la fábrica hasta llegar a 450 telares, con más de 2 mil obreros trabajando en tres turnos. Con los talleres que le daban mantenimiento, operaba una fundición pequeña y las calderas trabajaban día y noche para dar el movimiento requerido por la maquinaria utilizada. A mediados de los años veintes, la compañía comenzó a tener problemas económicos, atribuidos en gran parte a la gesta revolucionaria, pues las partes en conflicto se apoderaron de los ferrocarriles deteniendo la recepción de insumos a la factoría y demorando la distribución de sus productos, por lo que se tuvo que vender la fábrica a la Compañía Hilandera La Fe de Torreón, Coahuila, que continuó laborando en el mismo sitio hasta 1926, año en que probablemente suspendió sus labores. Todavía el edificio principal de la Amistad se conserva, ocupado parcialmente por la tienda del Issste.

En ese fértil campo de facilidades y oportunidades, se desarrolló un importante campo empresarial, ya que La Laguna en general, se convirtió en el centro del Eje Comercial Chihuahua-Monterrey operado por los más importantes dueños de capitales del norte de México, que no desperdiciaron la ocasión para instalarse en Gómez Palacio, como los del Molino de Harinas "El Brillante" construido en 1898 en un terreno de 2 mil metros cuadrados, que era propiedad de: Enrique Sánchez y socios, los señores Miguel Torres, Santiago Prince y Juan Antonio de Alba, procesando trigo de los estados norteños de Chihuahua, Coahuila, Durango y Nuevo León, lo que lo convertía en el más afamado de la región, se ubicaba por las actuales calles Zaragoza y Madero, con una producción mínima de 200 y hasta 400 toneladas de harina mensuales y subproductos de ese grano. Para recibir insumos y enviar su producción, disponían de trenes de vía angosta y también de vía ancha, y sus ramales conectados con la estación Santa Rosa. Los herederos de don Enrique Sánchez, sus hijos Carlos y Alberto se hicieron cargo del negocio a raíz de la muerte de su padre, estando en actividad varios lustros, hasta que por los años de 1931, ocurrió un dantesco incendió que terminó con todas las instalaciones, destruyendo esta gran fuente de trabajo.

En paralelo y con la visión de sus audaces habitantes se empezaron a establecer las primeras escuelas, algunas para los hijos de empleados y trabajadores, como la que se ubicaba enfrente de la fábrica La Amistad, fundada por el año de 1896 y era exclusiva para niñas, funcionando de manera privada. Hasta 1900, existían solamente 2 escuelas sostenidas por el gobierno, la de niñas, que se encontraba frente a la Plaza de Armas en la actual avenida Independencia, dirigida por la profesora Mariana Araujo con 168 alumnas, y la de niños por la actual calle Morelos y Constitución, dirigida por el profesor Ignacio Montelongo con 118 escolares. También había dos colegios particulares, el Presbiteriano con 50 alumnos y el Morelos con 25 niños. La población escolar era de 361 niños y los habitantes eran más de 10 mil, por lo que se aprecia la reducida cantidad de menores que recibían instrucción.

El 2 de abril de 1898, inició el servicio de la pequeña planta de luz eléctrica que proporcionaba el fluido para el alumbrado de las calles de la población y el excedente para algunos comercios y casas de familias pudientes. La planta era propiedad de la compañía del tranvía de mulitas, iniciando provisionalmente su funcionamiento en el sótano del Molino el Brillante. Las lámparas estaban colgadas de postes que se encontraban en contra esquina uno de otro, cada dos calles. Casi la totalidad de los habitantes se alumbraban con aparatos o quinqués de petróleo y con velas de cera, las fondas callejeras lo hacían con cachimbas o mechones de petróleo.

A propósito de los Tranvías de Mulitas, estos empezaron a circular en diciembre de 1898, los tranvías y la planta de luz, eran propiedad de la Compañía Limitada de Tranvías de Lerdo a Torreón; su Consejo de Administración lo formaban: Juan F. Brittingham, como Presidente; Secretario, Miguel Torres; y Carlos Michaud, como Tesorero. En principio, la terminal de los tranvías estaba afuera del Hotel Unión, daban la vuelta rumbo a Lerdo tomando la actual avenida Independencia y al llegar al Camino Real, hoy tramo del Bulevar Alemán, tomaban por el lado derecho del mismo hasta llegar al Parque Victoria de Lerdo, allí cambiaban las mulitas y se regresaban por donde habían llegado. Para viajar a Torreón tomaban por la hoy avenida Madero, cruzaban los puentes de los tajos y el vado seco del río Nazas, pasaban sobre las vías mediante tablones hasta llegar a la estación del tren en Torreón y regresaban de la misma forma como habían venido. Desde luego que al llegar el agua al Nazas el servicio se suspendía. Ese gran medio de comunicación dejó de funcionar para dar paso al tranvía eléctrico, pero fue tan importante para las 3 ciudades hermanas, que transportó en sus años de existencia a cerca de un millón y medio de personas y cerca de 20 mil toneladas de carga. Continuará…

Esta descripción de la vida de la comunidad gomezpalatina, a partir de Santa Rosa de Lima, y el devenir histórico de nuestra sociedad, está basada en las fieles descripciones del Primer Cronista de Gómez Palacio, Don Pablo Machuca Macías, en su libro "Ensayo sobre la fundación y desarrollo de la ciudad de Gómez Palacio" quien con su estilo ameno y cordial, nos relató las vivencias de nuestro terruño y gracias a ello, tenemos los antecedentes de lo que fue nuestro pasado y forma de ser, lo que nos permite incrementar el orgullo que nace desde nuestras raíces y que nos da identidad y sentido de pertenencia a esta noble tierra norteña. ramlom28@hotmail.com

Leer más de Gómez Palacio y Lerdo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Gómez Palacio y Lerdo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1067649

elsiglo.mx