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CRÓNICA GOMEZPALATINA

Rumbo al Centenario de la Toma de la Laguna

El general Francisco Villa triunfador de las Batallas de La Laguna de 1914.

El general Francisco Villa triunfador de las Batallas de La Laguna de 1914.

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GÓMEZ PALACIO

El triunfo de la División del Norte fue contundente, lo cual quedó demostrado con la gran ovación y recibimiento que le prodigaron los habitantes de Torreón, a la columna que encabezaba el general Francisco Villa, en la mañana del día 3 de abril de 1914. A la luz de los acontecimientos pasados, no eran pocos lo que pensaban que después de la toma de Torreón, sobrevendrían los saqueos y venganzas, lo cual sería en demerito del triunfo revolucionario. Incluso, los cónsules y representantes de embajadas, se aprestaban a entrevistarse con el general Villa, para pedirle prudencia ante la posibilidad de que se generalizara la violencia y la rapiña, en contra de la población y los comercios establecidos.

La gran sorpresa fue que el propio general Villa, ya había dado instrucciones de que se evitara por todos los medios posibles cualquier tipo de exceso sobre la población. Además, ordenó que se quemara o diera sepultura a todos los caídos de ambos bandos, para evitar epidemias. Numerosas patrullas de vigilantes revolucionarios fueron instruidos para recorrer las calles con guardias especiales y permanentes para evitar posibles desórdenes. En los casos en que así ocurrió, la orden fue tajante: Realizar ejecuciones de los infractores de las órdenes respectivas, que sirviera de ejemplo a quienes tuvieran la tentación de violentar la disciplina impuesta.

Bajo estas condiciones, y ante la admiración general, se dieron instrucciones de que se abrieran todos los comercios y que la gente reiniciara sus actividades normales, lo que reflejaba un gran avance en la forma de concebir los procesos de ocupación militar en ese tiempo.

Una vez que se restableció el orden, se depositó el poder administrativo en autoridades civiles, con el apoyo de la milicia revolucionaria, con el fin de reanudar los servicios municipales, que habían sido destruidos por los efectos de la guerra.

Durante este tiempo transcurrido, las tropas del general Velasco, que habían huido de Torreón, optaron por tomar la ruta hacia Viesca, buscando acercarse a los efectivos militares federales que se encontraban en San Pedro de las Colonias, Coahuila. Todos sus movimientos eran seguidos y vigilados por las fuerzas de Villa, quien con esta táctica, esperaba valorar la capacidad de combate que aún conservaban los huertistas, para no dar pasos en falso. En San Pedro se encontraban las fuerzas federales al mando de los generales Javier De Maure y Arnaldo Casso López, quienes ya habían participado en apoyo a las tropas que se encontraban acantonadas en Sacramento, las cuales finalmente fueron derrotadas, por lo que estas fuerzas se concentraran en San Pedro, solicitando refuerzos a las plazas de Saltillo y Monterrey, desde donde les enviaron con urgencia hombres y suministros de guerra.

El general Villa ordena a sus brigadas que se dirijan a San Pedro para evitar la posible concentración de las minadas fuerzas de Velasco en ese lugar, que empezaba a recibir tropas de refresco comandadas por los generales Romero y Paliza y restos de la División del Norte Federal, del general García Hidalgo, además de la División del Bravo, comandadas por el general Joaquín Maass, considerado uno de los cuadros militares más eficientes del huertismo.

La campaña de cerco contra San Pedro, fue instrumentada por los generales Tomas Urbina, Rosalío Hernández, José Rodríguez y Maclovio Herrera, además de Calixto Contreras, José Isabel Robles, Eugenio Aguirre Benavides y Raúl Madero, quienes fueron apoyados por Toribio Ortega, Miguel González y Toribio de los Santos. Para el día 5 de abril, ya se encontraban concentradas la mayoría de las tropas constitucionalistas, con lo que se inician terribles batallas por más de 24 horas. El general Velasco que se encontraba en Viesca, ordena a Benjamín Argumedo que acuda en apoyo de San Pedro, además de tratar de que le enviaran suministros para entrar en combate con suficientes municiones, lo cual fue detectado e impedido por los constitucionalistas, quienes causaron más de 300 muertes en esta jornada, las que se sumaban a las de los hombres de Argumedo, que también había fracasado en el intento. Finalmente, Velasco logra recibir algunos apoyos de Joaquín Maass, por lo que reanuda la avanzada para fusionarse con las fuerzas de San Pedro.

Ante esta circunstancia, el día 9 de abril arriba el general Francisco Villa, con el resto de sus fuerzas y artillería para dirigir la batalla de San Pedro, tratando de que fueran encuentros de decisión rápida, para evitar al máximo los desgastes. El general Felipe Ángeles acompañó a Villa, en un recorrido de reconocimiento para poder establecer los planes de ataque. Cuando los combates se incrementaron, la furia y la capacidad destructiva de las artillerías revolucionarias provocaron cientos de muertes entre los federales, quienes en su desdicha, tuvieron también en contra a la población sampetrina, que se volcó contra ellos en acciones de sabotaje y ataque directo, por lo que los federales, viéndose entre dos fuegos, iniciaron como represalia el incendio de las casas y construcciones de la ciudad. Cuando el general Velasco pudo llegar a San Pedro, el panorama era desalentador e indescriptible.

Para el día 12, Villa ordena el ataque coordinado y total sobre San Pedro, provocando el desconcierto y pavor entre los federales, muchos de los cuales perdieron sus posiciones y no pocos empezaban a huir en desbandada. Ante la imposibilidad de hacer frente a la avanzada villista, el general Velasco, herido de un brazo, ordenó la evacuación de la plaza. Sin embargo, todos los intentos de escape fueron adivinados por el general en jefe, quien dispuso cerrar todas las salidas. De esta forma obligó a Benjamín Argumedo y al general Juan Andrew Almazán a regresar o a dejar abandonados todos sus pertrechos, buscando salvar sus vidas.

Por la noche, hacen su entrada a San Pedro de las Colonias, las triunfadoras fuerzas de la División del Norte del Ejército Constitucionalista, con Francisco Villa a la cabeza, encontrando un escenario devastador. Las pérdidas que sufrieron los federales fueron de 3500 bajas, en tanto que con los constitucionalistas cayeron 500, entre muertos y heridos.

Terminaba así, con la batalla de San Pedro de las Colonias, Coahuila, la toma de La Laguna por parte de la División del Norte. Nada quedaba en la Comarca para el usurpador Victoriano Huerta, más que el odio por haber emprendido una aventura para perpetuarse en el poder, como lo hiciera don Porfirio, a base de sangre y fuego.

La Laguna cumplía de esta manera su compromiso con la historia Patria, y se convertía además en la gran retaguardia de las etapas aciagas que aún faltaban por venir, hasta lograr cumplir el sueño de los mexicanos de contar con una Nación donde reinara la justicia y la democracia.

Bibliografía consultada:

Calzadíaz Barrera, Alberto, Hechos reales de la revolución. Editorial Patria.1979.

Aguirre Benavides, Luis y Adrián. Las grandes Batallas de la División del Norte. Editorial Diana. 1964.

Taibo II, Paco Ignacio, Pancho Villa, una biografía narrativa. Editorial Booket. 2008.

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