Columnas Social columnas editoriales SOCIALES

Crónicas de viaje

Ávila

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

En el transcurso del camino de Madrid a Ávila, todo está lleno de un árbol que me llamó la atención. Preguntando, supe que se trataba de la encina. Es el árbol que da la bellota para alimentar a los puercos; su carne es muy apreciada por estos lugares, y en algunos pueblos es famoso el cómo lo parten con un plato; eso no lo vi.

Así que, el panorama del camino es este árbol. Lo demás, es como cualquier país moderno, caseríos y pueblos que se suceden. Hasta ahora no me ha tocado ver la miseria, como pasa en los caminos de nuestro país. La miseria más se ve en las ciudades donde muchos piden no obstante su juventud. Consejo que deben dar las agencias de viaje: primero: presupuestar entradas a museos e iglesias. Segundo, presupuestar limosnas. Sin pensarlo das el euro que aquí se convierten en 18 pesos. Las entradas te pueden costar entre 3 y 4 euros. La audio guía es extra; además de recomendable.

Llegamos a Ávila y hay que aclarar que son dos las Ávila. La vieja y la moderna. Te esperas ver los grandes torreones que nunca te aparecen en el camino y lo primero que vez es la nueva. Te sientes engañado, miras el boleto pero ahí dice Ávila con todas sus letras. Sales de la estación y ninguna oficina de turismo en donde preguntar. Indagas por la oficina de turismo y caminas toda la ciudad nueva para llegar a la dicha. Consigues el mapa y te enteras de que en lunes no abren los museos más interesantes.

Nota no importante: en el tren conocí a un cura que se me pegó en el trayecto a la oficina de turismo. Era de Saltillo, de sus afueras. Es la segunda persona que se extraña de que ande viajando solo. La primera fue quien me recibió en la aduana que ya casi no me iba a dejar entrar. Después de la conseguida del mapa, el curita se despidió, gracias a Dios.

A un costado de la oficina de turismo estaba la muralla. Entré a la vieja ciudad de calles angostas, donde es posible respirar el pasado con aroma de presente. En lugares así, deberían de prohibir la entrada de automóviles, porque, o caben ellos, o uno que camina por en medio de la calle.

La catedral de Ávila no es tan sorprendente como la de Toledo; mas muestra la visión de lo divino tenida en aquel tiempo. Lo que abunda en la catedral son los sarcófagos con las figuras de los obispos talladas a todo su largo, o de un personaje de importancia. En otra iglesia nos encontramos con una pieza de madera, policromada, cuyas imágenes representaban la historia de un santo y sus dos hermanas. Esta iglesia está afuera de la muralla.

Volvemos a las callejuelas de la ciudad interior. Lo más famoso es el convento de Sta. Teresa. A donde te diriges es a la casa donde nació la santa y que hoy está convertida en iglesia. Se supone que la santa al renovar a los carmelitas y hacerlos descalzos proclamaba la pobreza. Los que vienen detrás interpretan muy distinto lo que significa esa palabra y la iglesia, aunque no extrema el lujo, de todos modos tiene su magnificencia. Pero donde si raya en lo ostentoso es en un cuarto adjunto; una especia de capilla cuyo altar es delicioso y los retablos que se encuentran alrededor, representando la vida de la santa y a las órdenes con las que se relacionó.

De algún modo o de otro, el mensaje evangélico se desvirtúa. Paréntesis; me tocó presenciar la procesión del corpus. Pasó por debajo de la ventana del cuarto de mi hotel. Hay una iglesia enfrente que yo supuse como cualquier otra; fue donde terminó la procesión. En ella se casó Lope de vega y fue bautizado Quevedo.

Volvemos a Ávila. Todo lo que hay que ver ahí tiene relación con la religión. Hay una parte que te permite ver la ciudad nueva desde arriba. Intenté darle la vuelta a la muralla pero no todo el perímetro se puede andar. Volví al interior y caminé por las callejuelas hasta que llegué a la plaza principal.

Aquí, como en Madrid, la plaza se ha convertido en un centro de comidas como la de un mal. Restaurantes rodean el espacio. Afortunadamente fui accedido por un mesero que me hizo elogio de sus comidas y servicios. Me convenció para quedarme a comer. Lo hice. ¡Exclamo!: buen servicio y buena comida. Me pareció barato. Me dejaron toda la botella de vino. (Sólo me serví dos copas. Era Garnacha y lo decía con letras grandes, la botella. Creo que es la sobra de la uva. Se sube lo mismo.) Salió plática con el hombre que se dedicaba a convencer clientela. Hacía mucho aire, a pesar de ello preferí quedarme afuera para ver gente que pasaba y disfrutar la buena plática de aquel mesero. No me quedé más por el aire. Continué ni camino a la ciudad nueva, que aún no tiene muchas cosas que contar.

Voy de regreso a Madrid donde pasaré mi última noche. Mañana emprenderemos el camino a Córdoba; a ver que encuentro.

Leer más de Columnas Social

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas Social

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1012789

elsiglo.mx