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Crónicas de viaje

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Camino a Córdoba

Ahora sí puedo presumir haber cruzado Castilla - La Mancha para entrar a Andalucía. A lo alto de un cerro, se pueden ver dos molinos de viento similares a lo que la imaginación de Don Quijote convirtió en gigante. Es una delicia cruzar estos campos que están llenos de diferentes cultivos: la viña, que no podía faltar, los cereales y los olivos hasta donde tu vista abarca, y los plantíos están ahí, multiplicándose.

Lo mismo, la carretera tiene dividida sus dos carriles por un arbusto que se llama adelfos, cuya flor es muy vistosa por su colorido. Hacia donde veas, te vas a topar con la vegetación, los cultivos, los campos en diferentes etapas de su producción.

El "Despeña-perros" es la frontera entre Castilla - La Mancha y Andalucía. En las dos partes abundan los cultivos; por la parte andaluza, vi más girasoles. Otro comentario es que la modernidad no pasa de largo por estos lugares. Algunas tierras de cultivo presumen las celdillas que se han plantado para captar la luz del sol y volverla electricidad.

Un túnel cruza el cerro que une las dos regiones, a semejanza de los que se han construido en la carretera a Mazatlán. Aquí, al parecer, las autopistas son gratis, por lo menos no me ha tocado que un camión pase por una garita donde tenga que pagar.

Otra de las cosas que me he podido dar cuenta, es que los españoles son muy protestones. No falta uno que respingue a la hora de que las cosas no sean como debieran, como que el camión tenga que esperar a alguien en una estación, cuando sólo debe de bajar pasaje.

Como a las cuatro, llegamos a Córdoba. 60 kilómetros antes, el camión hizo una parada para comer y se me hizo tonto. No comí. Ahorita que escribo esto, son las 7:20 p.m. y aún no encuentro donde comer. Debo esperarme para que se abran las cocinas, entre 7:30 y 8:00. Como en Madrid no me pasó, me confié. Ya me lo había dicho mi cuñado.

En Andalucía, el vino que prevalece es el blanco, no el tinto. Los platillos tradicionales son el rabo de toro y el salmerejo. Como tengo ganas de saber qué es eso, debo seguir esperando.

Aburrido del camión, me lancé a conocer lo turístico. Aquí todo está cerca y las calles del Centro Histórico son muy angostas. Lo primero es lo más grande, así es que me dirigí a la catedral, que fue también una importante mezquita, y nada más entras, sientes la grandeza. ¡Cuidado! Esa grandeza que sientes, no es la grandeza superior que vas a sentir después.

La mezquita tiene historia desde los romanos. Los árabes hicieron un espacio inmenso que fueron extendiendo hasta convertirla en una de las más importantes del mundo musulmán. Todo mundo la reconoce por sus arcos con ladrillos de dos colores. Sus techos son planos de madera. De todos modos, nada más entras, si quisiera presumir diría que a lontananza se pierden los arcos y esa es una definición de lo que es la inmensidad.

Bueno, no es definición completa, porque después te vas adentrando a la segunda etapa y te vas sorprendiendo hasta quedar anonadado. Hay una multiplicidad inmensa de altares alrededor. En uno hay una explicación audiovisual de su reconstrucción. Lo que te puedas emocionar no va a ser nada a la hora de llegar al centro.

Ya antes, nos hemos dado cuenta que el techo plano, los cristianos lo convirtieron en arcadas y eso le da más esplendor al espacio. Cuando estás en el área musulmana, lo más importante es un lugar hecho a base de cuadritos mandados desde Bizancio. El techo, ahí, ya es espectacular.

Cuando crees que ya lo has visto todo, llegas a la parte central y es ahí donde tú te quedas chiquito, chiquito, y el lugar se te hace inmenso. Los techos crecen y son abovedados, pero además, la decoración insuperable de sus paredes y sus techos te hacen que te enfrentes a la eternidad.

Es la primera iglesia donde he visto el coro abierto. Lo mismo que la piedra, la madera es labrada. Una delicia.

Lo que más me impactó fue el techo, el cristiano, que de alguna manera tenía que imponerse al musulmán. Y se impuso.

Ya ni he hablado de los grandes tesoros que esta catedral guarda en su sacristía como la custodia de oro que no tiene valor. Con lo visto, te ha quedado la boca de fuera. Mañana, de seguro, esta ciudad me dará más sorpresas que les platicaré.

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