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Crónicas de viaje

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Al parecer, en Madrid, ya no cabe la gente. En esta temporada se encuentra lleno de turistas de todas las nacionalidades. Mi oído no estaba acostumbrado a escuchar tal diversidad de idiomas. Al no estar acostumbrado a su sonido, me queda la duda si es árabe, francés, el inglés es tan frecuente como todos los demás; el español de España se convierte en uno nuevo por la musicalidad que le imprimen.

He tenido la oportunidad de recorrer lo que llamaríamos el centro de la ciudad. Las comparaciones nunca son buenas, pero no tengo otro modo de acercarme a su descripción. Para los que han ido a la Ciudad de México, tendrían que combinar la calle Madero actual, cerrada, con la Zona Rosa. No cabe duda que Madrid es una ciudad cosmopolita, donde confluyen todas las nacionalidades y enmarca la convivencia con una arquitectura señorial de los principios de siglo donde imperaba el Art Deco y otros estilos similares de arquitectura.

En la zona a que me refiero, se recuerda bien a los poetas clásicos. Enfrente del hostal donde me hospedé, existe una iglesia donde especifica que ahí se bautizó Góngora y se casó Lope de Vega. Más adelante, hay un gran monumento al segundo que aún permanece porque aquí aún no les ha dado de acabar con ellos. En la plaza de España, señorea un Quijote con su Sancho y estas son las cosas que se vienen a ver a una gran ciudad como ésta; las fuentes, los monumentos, los edificios, los jardines, los museos, la historia, la actualidad.

Junto a lo anterior, la pobreza se nota desde el principio. En la gran vía te encuentras con personas de edad madura que piden bajo el pretexto de estar en paro. En las calles céntricas, como en Torreón y México, todo tipo de personas ejecutan sus habilidades esperando el euro para sobrevivir. Lo que me impactó fueron las edades.

Pienso que una de las cosas que les está faltando a los españoles es otra generación del 98 que les devuelva el orgullo y otra camada de políticos que se aboquen a lo mismo. Nosotros tenemos la misma enfermedad: de políticos y de pensadores; es ahí donde debe de fraguarse la unidad.

Seguimos con lo de la escuchada, los comentarios sobre la nacionalidad; una hija con su padre hablando sobre la bandera, de sí es un símbolo, de sí no lo respetan. En el metro, una niña preguntándose por qué le habían dado una banderita de España de papel, y en el Arzobispado de Madrid cambiando el Corpus Christi (que se celebrará el domingo) por un festejo especial para el rey, la nota dominante de hoy.

Aquí, los días festivos, son festivos; o sea, muchos comercios cierran, y esa es mi primera decepción. Una librería especializada en cine que había localizado por internet desde México, estaba cerrada. Tendré que volver.

Como en todas partes del mundo, el comercio internacional se ha apropiado de las calles principales de la ciudad. En la gran vía, hasta Vips encontré. La guerra española son las tapas, y vaya que es lo auténtico del bar español. En estos días hay un festival de tapas con promociones; mañana, intentaré enterarme de la mecánica.

No entiendo al turista que viaja para meterse a comer en restaurantes de firma internacional. Una de las cosas que debe de hacer el viajero es buscar los sabores que no acostumbra, como los chipirones que me estoy yantando el día de hoy acompañados de una cerveza fría, que yo sé que no le va a dar envidia a mi cuñado Vidal.

Estas son las primeras impresiones de este viaje. Ya mandaré más.

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