En un sujeto que tiene predisposición genética para ser asmático, al estar en contacto con sustancias contaminantes los síntomas se desencadenan, es una especie de disparador, esa es la función que tiene el contaminante. (ARCHIVO)
La contaminación ambiental es un factor de riesgo para las personas predispuestas genéticamente a desarrollar asma, enfermedad que se estima afecta a 7.5% de la población menor de 15 años.
El asma es un padecimiento crónico, caracterizado por una inflamación de las vías aéreas del pulmón como bronquios y bronquiolos y se manifiesta con tos, sibilancias y en ocasiones dificultad para respirar.
En un sujeto que tiene predisposición genética para ser asmático, al estar en contacto con sustancias contaminantes los síntomas se desencadenan, es una especie de disparador, esa es la función que tiene el contaminante.
Los contaminantes en el aire son irritantes químicos, por lo tanto tienen un efecto nocivo en todos los individuos, sin embargo se incrementa en aquellas personas con predisposición genética para padecer asma.
Hay dos contaminantes que causan mayor daño a las personas asmáticas: el ozono y las partículas suspendidas, son tan irritantes que incrementan de forma importante los síntomas de la enfermedad, sobre todo dos o tres días después de presentarse una contingencia ambiental.
Las partículas suspendidas en el aire se componen de polen, insectos, minerales, productos químicos, degradación animal y humana, que se convierte en una sustancia química sumamente irritante.