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Cumplen su sueño mexicano

Estancia en Canadá les permite mejorar negocios propios en su país y salir adelante

Ingenio. Francisco de la Torre iba cada año a Canadá para trabajar como jornalero.

Ingenio. Francisco de la Torre iba cada año a Canadá para trabajar como jornalero.

AGENCIAS

Para Francisco de la Torre el sueño de dar el salto para mejorar su negocio familiar comenzó hace dos años con una abeja reina escondida en el pequeño bolsillo de su camisa, justo antes de pasar por los arcos de seguridad en el aeropuerto de Calgari, Canadá.

Hace 14 años viajó por primera vez a ese país en el que permanecía cuatro meses al año para trabajar en lo mismo que en su tierra de origen en San Miguel Huepalcalco, municipio de Ocuituco, Morelos: la apicultura.

Por ello, conocía muy bien los rituales para tomar un avión -en el que no se permite transportar animales, entre otras cosas-. Días antes, preparó una cápsula fabricada con una malla de plástico y corcho (para no ser detectada por los sensores de metal) y ahí ocultó al diminuto miembro de la realeza animal, que pasó sin ser detectado. Hasta ahora, esa abeja ha producido dos generaciones de obreras.

"Uno se aprende sus mañas y lo bueno es que me pude pasar esa abeja, que es de California, y esas son mejores porque hacen más miel; ahora ya tiene sus nietas, que salieron igual de buenas", relata Francisco entre risas.

Este apicultor forma parte del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT), un acuerdo bilateral entre México y Canadá establecido hace 40 años para exportar mano de obra agrícola de manera legal, que actualmente abarca 18 mil 499 trabajadores mexicanos en este sistema, quienes ganan 11 dólares canadienses por hora de trabajo.

Él se enteró del programa a través de un amigo, por lo que presentó los exámenes para ser enviado como apicultor y obtuvo un puesto en la granja Nickson Honey Farm, en Calgari, a la que ha ido durante 14 años; este año no fue porque tuvo un accidente en el que se cortó un dedo y tuvo que ser operado varias veces y asistir a terapia. "Se extraña no ir; primero por el dinero que uno deja de ganar (ríe) y también a los compañeros y la casa de allá, porque el patrón le puso a los "gatos" un "casononón", perdone usted la expresión", dice este hombre moreno de 51 años de edad, aunque se ve más joven.

Un aproximado de 70 % de los trabajadores se emplea con el mismo agricultor canadiense. Se les conoce como trabajador nominal, porque los piden por nombre. Este es el caso de Francisco, quien ha regresado siempre a trabajar para Kevin Nickson, con quien ha forjado una muy buena relación de trabajo y amistad, incluso fue él quien le regaló la abeja reina para que mejorara su granja en Morelos.

El negocio de la miel le viene de familia. Cuando era joven, un tío le enseñó el arte de cuidar abejas; él -afirma- ha entrenado a muchos otros jornaleros y también ha aprendido algunas cosas en Canadá, "aunque el equipo de trabajo es mejor allá". Antes de la apicultura, Francisco trabajaba en el campo con sus abuelos, quienes lo criaron.

Tras 14 años de ir y venir, Francisco cuenta que el dinero que ha ganado le ha servido para construir su casa y crecer su negocio de miel: ahora tiene alrededor de 50 colmenas en tres entidades (Morelos, Estado de México, Veracruz), que producen 20 kilos cada una en 21 días y cada kilo lo vende desde 35 hasta 38 pesos.

Además, ha emprendido otros negocios, como instalar un huerto de aguacates, una granja de conejos y una panadería, que trabaja su esposa, y también ha logrado uno de los sueños de su infancia: tener sus propias vacas.

"Pero no cualquier tipo de vacas, sino de esas grandotas, y también sus toros, de esos que tienen cuernotes y joroba, lo que se dice una chulada de animales".

Como Francisco, Hipólito Gómez también fue jornalero en el programa binacional. Él llegó a Leamington, Canadá, en 1990, proveniente de Mazatepec, Morelos.

La primera vez que tocó tierra canadiense, recuerda, hacía mucho frío y sólo traía una chamarra muy ligera para cubrirse. Los 11 años que estuvo en el programa, comenta, sólo trabajó en la granja de hortalizas "La Fresca", propiedad de Karl Mastronardy, quien actualmente es su socio comercial. A la fecha, narra, ha viajado a varias partes de Canadá como Toronto y Montreal, y ha conocido otros países.

La historia de Hipólito es la de un hombre que fue Canadá como jornalero para regresar a México a convertirse en empresario.

De 1990 a 1992 viajaba durante 45 días a granjas para la pisca de manzana y uva hasta que finalmente llegó a los invernaderos de La Fresca, donde permanecía temporadas de ocho meses y aprendió el cultivo de jitomate y otras verduras en invernaderos; también logró ahorrar lo suficiente para montar su propio invernadero.

Actualmente, Hipólito es el dueño -junto a siete socios- de la empresa "El Conquistador", que produce en sus invernaderos distintas variedades jitomates, además de pepinos persas y pimiento morrón, que es distribuido en la ciudad de México y exportado a Canadá, a la compañía de Mastronardy, su antiguo patrón.

Noel Souza, médico veterinario y socio de Hipólito, dice que el camino que han recorrido "para ser una de las empresas más grandes de invernaderos en el país" ha sido complicado, por varios factores, como la práctica de "coyotaje" y de que socios comerciales no les han pagado.

"En nuestras primeras ventas necesitábamos producir ocho tráileres, pero sólo lográbamos seis, así que íbamos con otros productores, pero lo que sucede en el país es que si vas a comprar el kilo a siete pesos, ellos (los coyotes) van con quien te iban a vender y le ofrecen 7.50 para que no tomen tu oferta y luego les bajan el precio a cinco pesos", afirma.

Otro caso fue un comprador de origen estadounidense, del que evitó decir su nombre, al que le dieron varias toneladas de producto y nunca se los pagó.

"Lo que te puede decir de él, es que si pone un pie en el país, se va a la cárcel, porque hay una demanda en su contra, pero no creo que tenga mucho interés en venir", afirma Souza entre risas mientras muestra uno de los grandes invernaderos, unos túneles construidos con plástico blanco que ayudan a aislar el calor, lo cual beneficia a las plantas.

En los invernaderos de El Conquistador todo está computarizado; las plantas, por ejemplo, están en pequeñas macetas cuadradas de plástico con goteros integrados que se activan periódicamente de forma digital y van directamente a una tierra preparada con nutrientes, como polvo de coco traído de Marruecos.

Souza, quien trabajó en Sagarpa y fue quien le otorgó el primer crédito a Hipólito para que abriera Hortimor, señala que el futuro del campo está en su tecnificación. Prueba de ello, afirma, es que en invernaderos la producción comparada con cultivos a cielo abierto es 10 a 1, es decir, un invernadero produce 10 veces más que un sembradío tradicional.

Hipólito Gómez y Noel Souza esperan seguir con el crecimiento de su negocio y dar pronto el salto para ampliar su venta a otros mercados en el extranjero.

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Escrito en: apicultura Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales

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