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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Astasio terminó su jornada de 8 horas diarias como tenedor de libros e hizo a pie las 35 cuadras que lo separaban de su casa, pues su esposa no le había dado para el taxi so pretexto de que el día estaba muy bonito para caminar. Cuando llegó a su domicilio colgó en el perchero su saco, su sombrero y la bufanda que usaba incluso en los días de calor canicular, y luego fue a la alcoba con intención de recostarse un poco para descansar antes de la cena. Ahí vio lo que otras muchas veces había visto: A su mujer en trance de conchupancia erótica con un desconocido. Se dirigió el mitrado señor al chifonier donde guardaba una libreta con adjetivos denostosos para enrostrar a su consorte en tales ocasiones; regresó a la recámara y le espetó los dos últimos vocablos que había registrado. Le dijo primero: "¡Marfusa!", y a continuación: "¡Versuta!". Marfusa quiere decir zorra, y versuta significa taimada, astuta, maliciosa. Doña Facilisa -tal es el nombre de la pecatriz- se disgustó bastante. "Delante de las visitas -amonestó, severa, a su marido- no uses palabras malsonantes. Eso es propio de gente ineducada, y en mi casa no lo voy a tolerar". Don Astasio se apenó sinceramente. "Perdóname, mujer -le dijo avergonzado-. Es que con tus perrerías me sacas de quicio". Luego le indicó al acompañante de su esposa: "Usted tiene la culpa, jovenzuelo. Está cometiendo el delito de usurpación de funciones. ¿Por qué me hace usted esto?". Respondió el tipejo: "A usted no le estoy haciendo nada, caballero. Mis acciones se han circunscrito estrictamente a la señora". "Que eso le valga -concedió don Astasio-. Pero en próximas ocasiones compórtese con más prudencia". Y así diciendo salió muy digno de la habitación... "Peléense las comadres y díganse las verdades". El dicho es aplicable a la riña verbal -no fue debate- que sostuvieron los candidatos a la dirigencia nacional del PAN. Entre Cordero y Madero, ni a cuál ir de más bravero. Su encuentro no interesó más que a los directamente interesados, pero sirvió para poner de manifiesto la grave crisis política y moral que hoy vive el partido blanquiazul. Muertos y sepultados están los valores y principios que infundieron en él sus fundadores, y que por muchos años sostuvieron los panistas de antes, hombres y mujeres de recio cuño y honestidad acrisolada. Así las cosas, en nada se distingue hoy el PAN de los demás partidos. Es igual que todos. Se ha desvirtuado, y eso lo ha hecho perder fuerza. Quizá obtendrá triunfos locales, pero será difícil que tenga presencia significativa en la próxima elección presidencial. Al tiempo... Don Frustracio les contó a sus amigos: "Mi señora es una fiera en la cama". "¿De veras?" -se interesaron ellos. "Sí -confirmó don Frustracio-. No deja que me le acerque"... El dueño de la tlapalería le preguntó a Babalucas: "¿Funcionó el veneno para ratones que le vendí?". "No -declaró el badulaque-. Las instrucciones decían: 'Póngase en el agujero'. Y es muy difícil pescar a los ratones para ponerles el veneno ahí"... Declaró un sujeto: "No entiendo a las mujeres. Se pintan el pelo; usan pupilentes de color; se ponen pestañas postizas; se hacen tatuar los ojos y los labios; se operan las bubis y las pompis, y luego dicen: 'Ya no hay hombres de verdad'"... Un señor de edad madura le sugirió a otro: "Come mariscos. Eso pondrá tinta en tu pluma". "¿Para qué? -replicó el otro con tristeza: "No tengo a quién escribirle"...Sigue ahora un chiste de subido color. Las personas que no gusten de leer esta clase de cuentos pídanle a alguien que se los lea... Hubo un concurso para determinar quién podía clavar más profundamente una alcayata en un riel usando como martillo su atributo varonil. Acudió un fornido americano y logró clavar una cuarta parte de la alcayata. Llegó un enorme japonés, luchador de sumo, y consiguió sumir en el riel la mitad de la alcayata. Se presentó Pancho, un mexicano chaparrito y esmirriado que fue recibido entre risas y cuchufletas. Ante el asombro general ¡wham! ¡wham! ¡wham!, con tres golpes hundió hasta el fondo la alcayata. La proeza fue saludada con una ovación. Los circunstantes se asombraron más al ver que Pancho se bajaba los pantalones y demás y se sentaba sobre la alcayata. Anunció el mexicano: "Para corresponder a los aplausos del bondadoso público, ahora la voy a sacar"... FIN.

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