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Del ejido Florencia al Cielo

GILBERTO SERNA

Se le había ocurrido subirse a un avión. De aquellos que veía pasar por encima de su cabeza y que poco a poco veía bajar por el rumbo del aeropuerto que estaba cerca de su casa, desapareciendo a lo lejos. Era un niño curioso e intrépido que suspiraba con volar quizá como Dédalo padre de Ícaro con alas de cera de las veladoras que encendía su madre en la cocina de su casita de adobe allá por el rumbo del ejido Florencia.

Él sólo soñaba con salir del lodazal que se formaba cuando San Pedro se apiadaba de los sufridos laguneros y abría las compuertas del Cielo para refrescarnos, dejando caer las aguas del Cielo o cuando en días estivales soplaba el viento levantando una tolvanera que enceguecía a los vecinos del rumbo dejándolos aterrados si, dije bien, con miedo y terror a que el globo terráqueo tosiera provocando un colosal movimiento sísmico, mientras el terregal los embadurnaba como betún a un pastel de bodas.

Estoy recordando a Cliserio Reyes Guerrero que como moderno astronauta en el año de1950 una noche oscura y serena brincó la cerca de alambre y se escondió entre los matorrales cercanos a la pista sobre la que despegaban y aterrizaban aeroplanos. Una vez que se aproximó a uno, sintió en todo su cuerpo la vibración de los motores de hélice de un Douglas DC-3 empezando a imaginar que era un monstruo antediluviano y le dio miedo, pero su juventud superó el temor a la supuesta bestia y Cliserio salió de su escondite corriendo, arribó a la parte trasera de la aeronave trepando en el estabilizador de la nave llevando consigo su equipo de vuelo que consistía en una gorra con orejeras, unos lentes y una camisa de manga larga. Atuendo que no le serviría de mucho con los vientos de 300 kilómetros por hora, a once mil pies de altura, de donde podía ver las luces de la ciudad de Torreón, si hubiera podido abrir los ojos.

Su camisa quedó hecha girones, estaba a punto de congelarse. Sí, sí, el piloto, tenía problemas con el control de la aeronave por lo que después de media hora de vuelo decidió regresar; ya en tierra, su sorpresa fue impresionante al encontrar a un polizón aún aferrado al fuselaje castañeando su dentadura. Entonces pensó que si en vez de virar a la derecha para volver a Torreón lo hace a la izquierda, Cliserio se hubiera soltado cayendo al vacío, el piloto hubiera tomado el control del avión, más o menos a la altura del Pico Teyro y la loca aventura tendría ahí su epílogo. Su cuerpo hubiera desaparecido en la sierra. Nadie se enteraría. Desde luego, no estaría leyéndose esta nota, pero ¿quién en realidad fue Cliserio Reyes? ¿Un héroe de la aeronáutica mundial?, ¿un soñador?, ¿un perturbado mental?, ¿genial, como don Quijote de la Mancha?

No sé cómo se llamaba el avión que abordó Cliserio, en tal caso sería el de Douglas, pero la historia relata que el de don Quijote fue nombrado Rocinante, y el mismo don Quijote fue llamado el caballero de la Triste Figura, que en algo tiene semejanza con Cliserio, pues aquél también voló montado en clavileño acuciado por personas de la nobleza que lo único que deseaban era divertirse a costillas del hidalgo y su escudero, pidiendo se cubrieran los ojos, por lo que en su mente fantasiosa, sin que obviamente el madero se moviera de lugar, se remontaron a los espacios siderales en medio de las carcajadas de los nobles.

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