Aprovechando los altibajos económicos y el desastre que vive Michoacán, varios expresidentes mexicanos salieron a buscar reflectores para intentar recuperar el capital político perdido. Como dicen por ahí: los demonios andan sueltos.
Desde tiempos inmemoriales en México la regla no escrita para los expresidentes ha sido mantener silencio y no meter sus narices en el nuevo gobierno.
Quienes rompían con este acuerdo eran reprendidos o expulsados del país como sucedió con Plutarco Elías Calles cuando en 1936 el propio presidente Lázaro Cárdenas lo sacó de su casa para enviarlo a California en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana.
Durante varios sexenios la reprimenda contra Calles sirvió de acicate al tiempo que las formas se hicieron más sutiles aunque el fondo no varió. Fue así que el presidente José López Portillo, harto de las intromisiones de Luis Echeverría, lo designó en 1977 como embajador extraordinario y plenipotenciario con funciones tan amplias como ambiguas.Echeverría fijó su residencia en Canberra, Australia, hasta donde sus excolaboradores debían llamarlo con frecuencia para ponerlo al tanto de la situación de México, pero su poder político vino a menos.
López Portillo como expresidente tuvo que defenderse de tantas críticas que ni tiempo le dio para asomarse a la política. En cambio se dedicó a escribir sus memorias que no decían gran cosa y a promover productos comerciales como el tequila "Don Q".
Miguel de la Madrid fue uno de los expresidentes mejor portados. Carlos Salinas lo nombró director del Fondo de Cultura Económica, cargo que desempeñó con eficiencia y discreción.
Pero no ocurrió lo mismo con Salinas de Gortari, quien desde que abandonó la presidencia se dedicó a ofrecer entrevistas a los medios, escribir libros y pregonar sus verdades sobre el desastroso final de su gobierno.
Esta semana volvió a la palestra en una entrevista en el periódico El Universal en donde asegura que el caos de 1994 fue promovido por fuerzas que "habían querido descarrilar las reformas y no pudieron, entonces decidieron descarrilar al gobierno, y eso es lo que intentaron en el 94".
Obviamente a pocos mexicanos les interesa saber lo que opina un exmandatario tan desprestigiado como Salinas, pero no deja de llamar la atención su ansia de notoriedad y el hecho de que algunos medios le den la importancia que francamente no merece.
Ernesto Zedillo ha sido prudente desde que salió de Los Pinos, pero en los últimos meses se le ha visto inquieto. Primero con la legalización de las drogas en donde no parece encajar su perfil de economista y segundo en la controversia sobre la reforma ferroviaria, tema que es juez y parte por ser consejero de Union Pacific, concesionaria de Ferrocarriles Mexicanos.
Vicente Fox, al igual que Salinas, ha sido un exmandatario de lengua larga y metiche en cuanto asunto le cuestionan. A Felipe Calderón no lo dejó en paz aunque nunca representó un peligro real porque pocos dan importancia a sus constantes declaraciones locuaces.
Fox se alineó con Peña Nieto desde su campaña, en contraste al gobierno de Calderón, pero soltó su primer ataque luego de la reciente visita a Cuba del presidente mexicano en donde se condonó la deuda al régimen de los hermanos Castro.
Por último, Felipe Calderón reapareció esta semana en la ciudad de México para presentar una fundación que nadie entiende, pero que obviamente utiliza para retomar el liderazgo del panismo con miras a las elecciones de 2015.
Por suerte México vive tiempos de apertura y democracia, sin embargo no llegaremos a ningún lado si los exmandatarios intentan recuperar espacios y foros que ya no les corresponden.
Vaya ni en Estados Unidos los presidentes salientes regatean el poder al presidente en turno. Así las cosas mejor sería que Salinas se dedique a escribir más libros, Zedillo a sus clases de globalización, Fox a cuidar su rancho y Calderón a estudiar más en Harvard.
O en su defecto que Peña Nieto los ponga a trabajar como embajadores para que justifiquen sus abultadas pensiones con excepción de Zedillo quien renunció a tal prestación.
APUNTE FINAL
Se esfumó la posibilidad de que la ciudad de San Diego, California, tuviera un alcalde de origen mexicano… Ganó el republicano Kevin Faulconer con 54 por ciento de la votación, no obstante David Álvarez acumuló 114,478 sufragios que servirán de base para una siguiente elección.