La mayoría de las festividades norteamericanas no me agradan. Las mexicanas tienen más colorido y alegría que la mejor de aquéllas.
Pero siempre me ha gustado el "día de gracias", último jueves de noviembre, porque me paree una festividad que une a la familia, para dar gracias a Dios por las muchas bendiciones recibidas durante el año.
Por ello, cada año, procuro incitar a la familia para que celebremos esa fiesta.
No hay para nosotros, mejor casa y mesa que la de Laura y César, con sus hijos.
La cena es lo de menos, lo importante es reunirnos, pero este año, como muchos otros, Laura se lució y todos nos sentamos frente a una "mesa de paz, bien abastada".
Nos sobraban motivos para agradecer a Dios los días vividos.
Y así, hicimos un recuento de nuestras bendiciones:
En primer término, agradecimos que hayamos tenido salud, pues aunque hubo acontecimientos difíciles, de todos salimos muy bien librados. Partos, operaciones, infecciones y algunas otras más o menos graves, pero en las que nunca nos dejó la mano de Dios.
Este año, llegaron a nuestras vidas tres ángeles hermosos que han venido a alegrar nuestros hogares: Santiago, Miguel y Franco. ¿Puede haber dicha más grande que la llegada de un hijo?, creo que no.
Aunque los hijos son prestados, son carne de tu carne y te brindan la oportunidad de formar hombres y mujeres para la vida.
La familia sigue creciendo y si ya éramos felices con Bárbara, Sofía y Paola, ahora lo somos más, con estos tres duendes, que traerán un sello especial y distinta dinámica a nuestras vidas.
Gracias tenemos también que dar, por los amigos que nos quieren. Esas personas que están siempre pendientes de nosotros, como nosotros de ellas; y que nos hacen sentir muy dichosos con el cariño que nos brindan.
Gracias, porque tenemos un techo y una mesa, donde a diario comemos y disfrutamos de la familia.
Gracias, porque a pesar de todos los pesares, aún tengo una hermana a la que adoro, Luly, y unos sobrinos, Luly y Jorge que también son como mis hijos y me encanta verlos crecer y hacerse profesionistas. Igualmente, hay que incluir aquí a Lucia, Héctor y los niños, que alegran muchos de mis días.
También debemos dar gracias, por los enemigos. Porque ellos, en ocasiones, nos hacen ver nuestros errores y tener la oportunidad de corregir el rumbo. Ellos igualmente merecen nuestra gratitud.
Infinitas son las cosas y los motivos por los que tenemos que agradecerle a Dios lo vivido este año que está a punto de terminar.
Pero sobre todo, agradecer que aún estamos vivos, que tenemos salud y permanecemos unidos en Su amor.
Por lo demás, "hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de su mano".