Efemérides del Beisbol Lagunero
El 3 de agosto de 1944 los diarios de la ciudad publicaron un largo e insólito escrito. Iba dirigido a Martín Dihigo y firmado por el licenciado Ángel G. Saravia, Alto Comisionado de la Liga Nacional de Beisbol, así como por los directivos del Club "Torreón" de la misma Liga, doctor Enrique Sada Quiroga, ingeniero Antonio Dueñes y el señor Carlos Calderón. Estaban muy indignados con el Maestro Dihigo.
Los antecedentes eran los siguientes: Luego de que a Unión Laguna se le despojó del campeonato del año anterior, 1943 (tema al que se hará referencia en varias notas de octubre), el equipo abandonó la Liga Mexicana y se incorporó a la naciente Liga Nacional. La franquicia de la Comarca, correspondiente a la Liga Mexicana, pasó entonces a Nuevo Laredo, como es de suponer con la mayor parte de sus jugadores, entre ellos naturalmente el manager Martín Dihigo.
Se conoció entonces que el cubano visitó la región para convencer ("piratear", aunque no lo dijeron así) al lanzador Juan Guerrero para que desertara de Torreón y se fuera a jugar con Nuevo Laredo a la Liga Mexicana. La reacción de la directiva fue de una gran dureza. Entre otras cosas dijo en su escrito lo siguiente:
Lo inició así: "Indudablemente que la actitud de Juan Guerrero hacia el equipo 'Torreón' y a la Liga Nacional al abandonar injustificadamente este equipo, significa el fracaso de este club en la presente temporada, ya que sus servicios son insustituibles por ser el mejor pitcher del conjunto".
Luego la emprendió contra el Maestro: "Lo que es verdaderamente lamentable en el asunto -dijo-, es el procedimiento seguido por don Martín Dihigo, ya que siempre se ha ufanado de ser leal…y este hecho viene a demostrar lo contrario…Fue convertido en ídolo de la afición, la que le perdonó todo, hasta sus faltas más graves y sus errores…(además) el señor Dihigo fue espléndidamente retribuido con donativos particulares así como por parte del club…(por lo que) la actitud de su parte, al acudir a esta población en reciente fecha, sin más objeto que arrebatarle a un pelotero al club a quien menos debía hacer daño en todo el circuito".
En otro pasaje del extenso escrito se lee: "¡¡Qué fácil es incurrir en la ingratitud y qué fácil es caer también del pedestal; extremos ambos en los que ha incurrido el señor Dihigo con sus actos que desvirtúan cuanto pueda decirse en contrario!!"
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