"En la agresión existen al menos dos afectados, el agresor y el agredido"
El concepto de agresión o acoso escolar no debe aplicarse a la ligera, al traducir el término bullying al español. El diccionario de la Real Academia Española define acoso como el acto de: perseguir, apremiar, importunar, hostigar, sin dar tregua ni reposo a un animal o a una persona.
La palabra acoso o agresión, se utiliza indistintamente en diferentes ambientes para describir una situación semejante: el acecho o intimidación persistente. Olweus desde el año 2000 sostiene que la palabra acosar en el ámbito educativo puede abarcar desde intimidar, atemorizar, excluir, fastidiar, incomodar, provocar, desafiar, golpear o insultar. Aspectos todos, de graves consecuencias para la víctima. Ahora sabemos que quien agrede posee a su vez una patología.
Hay diferentes tipos de acoso dependiendo del ambiente y la situación en que se presente. Los principales son: el acoso laboral (mobbing), el acoso sexual y acoso escolar. Para fines del presente editorial sólo abordaremos el último de ellos, aunque vale la pena reflexionar sobre el acoso sexual, que también puede sufrirse en las escuelas. González (1996) sostiene que el acoso sexual se refiere a cualquier manifestación enfática sobre el sexo de un individuo, cualquier conducta orientada sexualmente, verbal, física o por insinuación y su principal característica es que es unilateral, no deseado e impuesto.
Por otro lado, la propia definición de acoso escolar nos la describe como aquella conducta de intimidación y maltrato entre escolares que se lleva a cabo de forma constante y repetitiva a lo largo del tiempo y se destacan tres elementos importantes y comunes: desigualdad de poder, el agresor puede ser de mayor edad, más grande físicamente, más fuerte y con mayor facilidad de palabra, por lo que no se trata de una pelea entre dos compañeros igualmente equipados. Como se mencionó anteriormente, se trata de un fuerte y un débil; un agresor y un agredido.
Al intentar lastimar, el agresor busca provocar daño físico o emocional, espera que sus acciones lastimen y además le agrada ser parte del daño. No se trata de un error o accidente y en definitiva no es un juego. Es además una amenaza constante de futuras agresiones; ambos, agresor y agredido, saben que es altamente probable que la situación de acoso se presente de nuevo. El reto aquí es que todos, profesores, directivos y padres de familia estemos atentos con ambos lados del problema: el que agrede y el agredido.
Para Coloroso (2003), si las situaciones de acoso continúan presentándose sin ser notadas por los adultos se agrega un cuarto elemento: el terror, entendido como un miedo muy intenso y persistente, que puede desencadenar patologías mayores como el suicidio.
El acoso escolar es un acto de violencia sistemática utilizada para intimidar y dominar. Una vez que se ha logrado generar terror en la víctima, el agresor puede actuar sin miedo de ser recriminado, puesto que el niño agredido se siente tan impotente que es poco probable que trate de defenderse o que hable sobre lo que está viviendo. Es por ello que la intuición materna es aquí la principal arma que tenemos para darnos cuenta que nuestros hijos están viviendo situaciones de bullying.
En el acoso escolar no se trata de una agresión consecuencia de sentimientos de enojo y frustración y se asegura que incluso se trata más bien de desdén, un sentimiento poderoso de desprecio hacia alguien a quien se considera inferior o no merecedor de respeto.
Dicho sentimiento de desprecio está acompañado de tres supuestas ventajas que le permiten al bully o agresor lastimar a otro ser humano sin sentir empatía, o compasión: Primero, tener el derecho de controlar, dominar, y abusar de otros. Segundo, intolerancia hacia las diferencias, aquellos niños que son diferentes son inferiores y no merecen su respeto. Tercero, libertad de excluir, aislar y segregar a las personas que considera inferiores.
Es por lo anterior que debemos de conocer a profundidad las sensaciones, los sentimientos y las emociones de nuestros hijos y en el caso de los profesores, lo que sienten nuestros alumnos; el problema es que la mayoría de los maestros no nos queremos involucrar a este nivel con nuestros estudiantes.
El agresor en la escuela intimida y atemoriza a plena luz del día, haciendo alarde de su fuerza, poder u autoridad, su objetivo es destruir a quien le caiga mal o a quien considere diferente, es por ello que todo el personal que labora en centros escolares, deberán estar atentos siempre a observar y actuar cuando estas situaciones se presenten.
Lo único que no podemos hacer en las escuelas es permanecer indiferentes a lo que sucede a nuestro alrededor y mucho menos considerar que "eso" no es asunto nuestro, que es un problema que traen desde sus casas.
El acoso escolar es real y puede tener consecuencias insospechadas, por lo que se vuelve una temática por demás relevante para padres de familia, profesores, directivos y por supuesto para la sociedad.
Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com