En la última época del Porfiriato, el Centro de la novísima ciudad de Torreón era el símbolo de una de las urbes más progresistas y cosmopolitas de la provincia mexicana. Origen de la llamada Perla de La Laguna, su concepción no fue como la de otras ciudades. En los alrededores de la plaza principal no se establecieron los emblemas tradicionales del poder como el templo católico o el palacio gubernamental, sino edificios que tenían que ver más con la dinámica económica. Durante décadas y con todo y el vertiginoso crecimiento poblacional y territorial, el Centro fungió como corazón aglutinante de una comunidad nueva y vibrante que, pese a las contradicciones propias de las sociedades capitalistas, encontraban en él un factor de unión y convivencia. Desde hace dos décadas, el Centro de Torreón se ha convertido en el símbolo de la decadencia de una ciudad que lucha por superar sus problemas y encontrar nuevas vocaciones.
Administraciones municipales de distintos colores han pasado con proyectos distintos en los que se ha invertido una ingente cantidad de recursos, pero hasta ahora el "rescate" del sector se ha quedado sólo en el discurso y en el papel. Desde el ayuntamiento presidido por el panista Guillermo Anaya, la reactivación del Centro de la ciudad ha sido un tema recurrente en la agenda pública local. Desde la rehabilitación del Canal de la Perla, el remozamiento de la Plaza de Armas y la reubicación de vendedores ambulantes, hasta la construcción de un nuevo espacio público, la Plaza Mayor, y un nuevo Palacio Municipal, pasando por la apertura de recintos culturales como el Museo Arocena y el Teatro Nazas, el Centro ha sido una de los principales destinos de inversión, sobre todo pública, sin que hasta ahora pueda alcanzarse el objetivo.
Las causas de este fracaso pueden ser varias, pero de entre ellas sobresalen dos, a saber: la ausencia de un proyecto a largo plazo al que se le dé continuidad independientemente de qué partido esté en el poder, pues cada administración llega con un proyecto nuevo, y el despoblamiento gradual de fincas y edificios, muchos de los cuales se observan abandonados y con un deterioro evidente. En consecuencia, la plusvalía del sector ha disminuido, los locales comerciales se han vaciado y, salvo las tiendas de conveniencia que han proliferado por toda la ciudad, pocos negocios nuevos han sido abiertos. Los viejos comercios cierran, los que sobreviven, libran una batalla continua por no dejar de existir. Más allá de la nostalgia, es claro que hace falta una visión clara y de largo aliento en donde la eficiencia en el manejo de los recursos -como el de la famosa cuota de conservación-, y el consenso sobre los proyectos a realizar sean la regla.
A la luz de lo anterior, el paseo sabatino de Moreleando y el de la calzada Colón de los domingos y el surgimiento de espacios culturales, si bien son esfuerzos interesantes por recuperar la vida del sector como espacio de encuentro comunitario, aún resultan insuficientes. La apuesta del actual ayuntamiento, encabezado por el priista Miguel Riquelme, hasta ahora no muestra nada distinto a lo planteado por sus antecesores. El proyecto que se pretende impulsar hoy es el de crear un paseo semipeatonal en la otrora emblemática avenida Morelos, proyecto del que se ha hablado desde la pasada administración. De ahí en más, no queda todavía claro hacia dónde se pretende caminar. Habrá qué ver cómo se plasma la nueva intención de "rescate" en el Plan Municipal de Desarrollo.
En un reportaje de la periodista Fabiola Pérez-Canedo, publicado ayer domingo en El Siglo de Torreón, Onésimo Flores, especialista en urbanismo, expone cómo en varias ciudades del país ha sido una tendencia la disminución de la densidad poblacional de los centros a la par de que van surgiendo nuevos polos de atracción de inversiones y de desarrollo habitacional con características distintas a las vistas en los primeros cuadros. La gente de clase media hacia arriba ahora vive en colonias cerradas ubicadas en la periferia, separadas de los fraccionamientos populares localizados, en el caso de Torreón, sobre todo al oriente. Los paseos para las personas de cierto nivel adquisitivo ahora son en centros comerciales en donde la convivencia no es el objetivo primordial, sino el consumo.
Tal parece que la solución para la recuperación del Centro pasa, pues, por un repoblamiento de la zona, para lo cual es necesaria la generación de incentivos para la rehabilitación de edificios con fines habitacionales, además de la mejora de los servicios públicos, entre ellos el de la seguridad y el transporte, en sus distintas posibilidades de movilidad, incluyendo a las personas con discapacidad. La creación de una nueva comunidad de colonos del primer cuadro de la ciudad motivaría una reactivación del sector que ya no se limitaría a los horarios de oficina. No obstante, también es necesario mejorar la conexión de esta antigua zona con otras no tan antiguas, como lo son el segundo y tercer cuadro, los cuales se enfrentan hoy a un proceso de abandono como el que comenzó a vivir el Centro Histórico hace dos décadas. Tampoco se puede perder de vista que, a causa del crecimiento urbano, este sector ya no es sólo el corazón de una ciudad, sino el de toda el área conurbada y que como tal debe ser considerado.
Si en su momento el Centro de Torreón se convirtió en el símbolo de la decadencia de la urbe, hoy bien puede contemplarse como emblema de su resurgimiento. Las autoridades deben ser conscientes de que los errores en este ámbito no sólo pegan en el bolsillo de los ciudadanos, que es de donde salen los recursos que se invierten, sino también en la moral de una sociedad que ha empezado a dar visos de querer caminar hacia una nueva era de florecimiento.
Dialoguemos en Twitter: @Artgonzaga
O por correo electrónico: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx