Que dos jefas de delegación en el Distrito Federal, perredistas, bejaranistas para mayor precisión, le pidan al presidente Peña Nieto que se saque una foto con ellas y la suban luego a las redes, puede ser considerado una trivialidad, o también, como el gesto que revela el nivel más alto de distención política de los últimos diez años en nuestro país. Ocurrió, como muchos ya saben, la semana pasada. El presidente acudió a la presentación de la nueva red eléctrica del centro histórico y ahí le dio un caluroso abrazo al jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera y, en algún momento, se tomó la foto con las delegadas Maricela Contreras de Tlalpan y Leticia Quezada de Magdalena Contreras.
¿Alguien se imagina la reacción que ese mismo gesto hubiera desencadenado en el sexenio de Felipe Calderón? Un escándalo. Una semana después seguiríamos escuchando las airadas declaraciones de perredistas indignados y las peticiones de expulsión se acumularían en las oficinas de su corriente y partido. Sus carreras políticas estarían en entredicho. Esta vez, sí saltaron algunos voces en las redes sociales y se incomodaron algunos bejaranistas, pero nada más.
La diferencia se explica por el Pacto por México. Es cierto, que López Obrador también impugnó las elecciones presidenciales de 2012, pero el PRD no lo siguió en su intento de desconocimiento del nuevo presidente. La negociación y la firma del Pacto provocó un auténtico período de distensión en la política mexicana. Amarrados como quedaron los participantes del pacto por la concatenación de reformas, a ninguno le ha convenido la ruptura prematura del acuerdo. El PAN quiere la Reforma Electoral para asegurar una cancha pareja, el gobierno lleva 17 meses conteniéndose y cediendo para obtener la Reforma Energética y el PRD sigue apostando a tener un peso definitivo en la de
Telecomunicaciones. Por una razón o por otra, los tres grandes partidos y el gobierno han apostado a no escalar las diferencias en este año y medio de la nueva administración. Y eso ha tenido consecuencias: El presidente fuera del ya famoso: "No te preocupes Rosario..." ha evitado decir o hacer cualquier cosa que pudiera ganarle popularidad inmediata, pero descarrilar los acuerdos; las relaciones entre gobernadores y la administración federal ha mejorado; hay cordialidad entre los legisladores; cuidado de todos con las formas y el lenguaje y reconocimiento del papel que cada uno juega. Ese es el contexto de la fotografía.
A unos les parece muy bien porque demuestra civilidad o madurez de nuestra democracia, otros lamenta la falta de pugnacidad de quienes deberían estar señalando las muchas insuficiencias de este gobierno. Igual, guste o no, a esta tregua le queda poco tiempo. Pasará el Mundial, y durante o inmediatamente después se votarán las leyes secundarias en telecomunicaciones y en energía, y entonces el juego tendrá otro nombre. Se llaman elecciones. ¿Quién se imagina que Peña Nieto no va a hacer, de una u otra forma campaña para el 2015? ¿Que el PRD dejará a López Obrador como el único que le pega al gobierno y al presidente? ¿Que el PAN no le va a cargar toda la responsabilidad del lento crecimiento de la economía y de los nuevos impuestos al gobierno? ¿Quién imagina que el tono no va a cambiar? Es inevitable, todos se van a radicalizar.
Eso no quiere decir que necesariamente vamos a regresar a la polarización que se instaló sostenidamente en nuestro país desde el intento de desafuero de López Obrador. No imagino a Mancera con el brazo derecho en cabestrillo para evitar saludar de mano al presidente como hizo Ebrard con Calderón, ni veo a los diputados golpeándose en la cámara ni pasando veladas enteras cantando rancheras para asegurarse de tener el control de la tribuna. No, pero Leticia y Maricela no se sacarán pronto otra foto, sonrientes y despreocupadas con el presidente. Eso fue sólo el retrato de un momento, de una época.