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El futbol, un agradable respiro

Atando cabos

DENISE MAERKER

Por eso, lo verdaderamente sorprendente es encontrar algo que nos una. Y eso es unos cuantos minutos de vez en vez el futbol

Que el futbol importa lo descubrí hace muchos años. Los sábados por la mañana le hacíamos la visita a mi tía abuela. Abajo en la sala, bien portadas, a mi hermana y a mí, nos hacían las preguntas de rigor -¿Cómo les va en la escuela?- ¿Una limonada? Mi papá discreto se escabullía al cuarto de tele y se ponía a ver el futbol. Yo alcanzaba a escuchar sus gritos ahogados cuando algo pasaba en el partido. Abajo la conversación languidecía. Un día lo seguí, y me enseñó a ver el futbol. Desde entonces me escapaba junto con él. Sé que le íbamos al Cruz Azul, que entonces solía ganar, que los de Chivas nos parecían tramposos y que la tele era en blanco y negro y se veía fatal. Acabábamos agotados, a veces contentos, otras tristes pero eso sí, siempre sintiendo igual, juntos en la derrota o en el triunfo. Y a mí eso me encantaba.

Con el tiempo descubrí que el futbol no sólo me había regalado grandes mañanas con mi papá sino que me había hecho parte de un grupo enorme que compartía las historias que se escribían todas esas mañanas de sábado. Primero fue el Cruz Azul, y luego la Selección Mexicana y sus aventuras en los mundiales. Era una niña pero nunca he olvidado la derrota de México contra Alemania (6-0) en el Mundial de 1978 en Argentina. El futbol es diversión y pasión pero tiene algo más: nos da la posibilidad de conectar con otros. Y no importa quiénes sean, ni lo lejanos que estén social, geográfica o económicamente.

Evaristo es un hombre adusto, alto, muy moreno y de familia campesina. Su cara no expresa nunca emociones. Durante años nos cruzamos sin atinar a decirnos más que el buenos días de rigor. Hasta que lo vi con la última camiseta de la Selección. México acababa de ganar un partido agónico y no teníamos segura la clasificación. -Jugamos mejor ¿verdad?- me animé a preguntarle. Y que se lanza a darme un análisis pormenorizado de nuestras posibilidades. Ahora llevamos meses platicando, de futbol nada más, por supuesto.

Es un placer, efímero sin duda, sentir que en un momento, todos, o muchos, deseamos lo mismo. Un alivio me atrevería a decir. Finalmente, tenemos tantas razones para estar divididos. Somos un país desigual e injusto. Y como todo país una ficción, un invento, producto de vicisitudes históricas y accidentes geográficos. Sí, la frontera son el Usumacinta y el Río Bravo pero bien sabemos que fueron unas guerras torpes y algunas malas decisiones lo que determinaron que así sea. Adentro nos enfrentamos por todo. Lo mismo por lo que se debe hacer con el petróleo que por el IVA en las fronteras o por los animales en los circos. Es normal. El mundo no es igual según donde nos agarre, en el campo o en la ciudad, en el sur o en el norte, en una buena casa o guarecidos con un plástico de la intemperie. No es lo mismo aplaudir el nuevo Hoy no circula con un coche del año porque ya no se va a seguir contaminando la ciudad que saber que nunca más se va poder sacar el coche los sábados porque no hay con que comprarse uno más nuevo. Por eso, lo verdaderamente sorprendente es encontrar algo que nos una. Y eso es unos cuantos minutos de vez en vez el futbol.

Ayer disfruté otra vez esa sensación de comunidad que provocó el partido. En la carnicería de la esquina las pantallas estaban prendidas. Sé que una vez más desconocidos se detuvieron en el alto para preguntar: ¿cómo vamos? Y Mario puso en el Guarda Tiempos, el café de los edificios, una televisión enorme.

Y que nadie se preocupe, porque el futbol no alcanza para olvidar las diferencias ni obnubilarnos respecto a la realidad que vivimos. Los médicos tienen razones de sobra para estar preocupados de que se les pida un desempeño impecable cuando se les obliga a trabajar sin medicinas ni instrumentos y hoy o mañana seguirán protestando. Y en Tamaulipas, Veracruz y en Guerrero nada les quita el miedo de saberse expuestos a la violencia y a la debilidad de las instituciones, y los empresarios después de la fiesta se seguirán preguntando esta mañana por que no acaba de sentirse el efecto en la economía del supuesto aumento del gasto público.

Entonces, cada quién a lo suyo luego de este delicioso respiro común.

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