Tres décadas después de la fecha escogida por el escritor británico George Orwell para situar su famosa novela futurista, "1984", publicada en 1949, los avances tecnológicos parecen convertir la ficción en realidad.
La historia económica registra muchos casos donde un cambio tecnológico transformó profundamente la convivencia social. Por ejemplo, la revolución industrial que comenzó en Inglaterra en el siglo XVIII, fue un evento trascendental por su impacto económico y social.
En la última parte del siglo XX y lo que va del presente, la llamada tecnología de la información, con el uso masivo de las computadoras personales y los nuevos aparatos móviles (tabletas y teléfonos inteligentes, entre otros), fue muy benéfica para la actividad económica, pero pareciera que también sentó las condiciones para una sociedad más cerca de la visión orwelliana.
En efecto, en épocas recientes hemos visto cómo el uso de la tecnología tiene otras consecuencias en la vida social, que pueden llegar a ser negativas.
En la novela de Orwell, el control del Partido (Único) sobre el Estado daría lugar a un régimen totalitario, donde el siempre presente "Gran Hermano" vigila sin cesar las actividades cotidianas de la población, al grado tal que en casas y calles existen aparatos de vigilancia (telepantallas) para conocer todos los actos de cada persona.
Lo paradójico es que los regímenes totalitarios socialistas, que hasta cierto punto inspiraron a Orwell, desaparecieron de la mayor parte de la tierra al derrumbarse la Unión Soviética y los países de su órbita en Europa del Este.
Sin embargo, la tentación del "Gran Hermano" y el uso de las tecnologías de la información han aparecido en las sociedades democráticas con Estados que, por diversos motivos, vigilan con cada vez más celo la vida personal de sus ciudadanos.
En EU, la lucha contra el terrorismo, en particular después de los atentados sobre las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, constituye la justificación para que en diversas instancias, se esté ejerciendo una supervisión de mensajes y llamadas telefónicas realizadas, literalmente, por millones de personas al día.
Se han realizado diversos análisis económicos que tratan de evaluar en términos de beneficios y costos el uso que le están dando los Estados a la tecnología de la información. En EU se discute, por ejemplo, que todos los recursos empleados para vigilar las comunicaciones de las personas significan un costo monumental que no se justifica con los supuestos beneficios de esa vigilancia.
Entre los beneficios se afirma que la supervisión de comunicaciones ha evitado "muchos" atentados terroristas contra EU después de 2001. Pero por la misma naturaleza de las actividades terroristas, es difícil demostrar el alcance de los ataques abortados.
En todo caso, los beneficios deben compararse con los costos. Steve H. Hanke señala que las actividades de inteligencia en EU tuvieron un costo directo de casi 53 mil millones de dólares (mmd), únicamente en 2013. A ello habría que agregar que por la revelación reciente de algunas de esas actividades, se estima que en los próximos tres años las empresas tecnológicas de EU perderán contratos en otros países hasta por 45 mmd.
En México, con el argumento de controlar la evasión en el pago de impuestos y descubrir las actividades con recursos de origen ilícito (lavado de dinero) también se está dando de parte del Estado el uso intensivo de la tecnología de la información, obligando a los ciudadanos a proporcionarle cada vez más detalles de su actividad.
Como lo he señalado en ocasiones anteriores, es casi seguro que los costos económicos y de privacidad que se derivan de esta carga impuesta sobre la población para informar todos los detalles de sus actividades económicas a las autoridades, superan con creces los beneficios de una mayor recaudación y de la prevención de hechos ilícitos.
Nuestras autoridades obligan a que se les proporcione datos y detalles más allá de lo que es razonable en la mayoría de los países del mundo. Esa información, sin embargo, puede ser objeto de sustracción y usarse con propósitos al margen de la ley con graves perjuicios para las personas.
No olvidemos que en un ambiente como el actual, donde coinciden en nuestro país un nivel muy alto de inseguridad social, corrupción, y una gran vulnerabilidad de los sistemas de cómputo a los ataques cibernéticos, la concentración de esta información en un sistema central plantea riesgos severos para los ciudadanos.
¿Hasta dónde llegará esta creciente intromisión del "Gran Hermano"?