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El ‘juego’ electoral

Nuestro Concepto

El próximo domingo se decidirá a quienes van a renovar el Congreso de Coahuila. Los diputados locales que sean electos tendrán la responsabilidad de reparar y mejorar el andamiaje legal de la entidad, así como de vigilar el desempeño del poder ejecutivo estatal. Así de relevante y seria es su labor, además de la representación popular que el cargo les confiere. Pero todo esto es al menos en la teoría. Porque la experiencia nos indica que son los legisladores los servidores públicos con puestos de elección popular que más distantes suelen estar de la ciudadanía y que menos atienden el sentir y reclamo de la misma.

Un somero análisis de la coyuntura actual permite pronosticar un escenario de muy baja participación. A lo citado en el párrafo anterior, hay que sumar una serie de factores que juntos alimentan el pronóstico. La labor de los diputados es poco conocida por el grueso de la población. Entre quienes la conocen, suele predominar una imagen negativa sobre los legisladores. Las elecciones en curso no son concurrentes, es decir, únicamente está en juego el Congreso, no alcaldías ni gubernaturas.

Las campañas han sido cortas, con escasa y superficial propuesta, y mucha guerra sucia. El debate prácticamente fue inexistente. La enorme cantidad de partidos que hay en Coahuila (14), más que alentar, confunde e inhibe, sobre todo porque no reflejan la realidad política del estado. En suma, el panorama es desalentador.

La elección legislativa de 2008, también única, alcanzó apenas un 39.9 por ciento de participación ciudadana. Es decir, más de la mitad de la población en posibilidad de votar prefirió no ejercer su derecho. Con lo que se ha visto hasta ahora, no hay elementos para creer que se vaya a superar ese nivel de votación. Y esto resulta lamentable.

Si bien es cierto que la democracia no termina en las urnas, sino que es aquí donde apenas empieza, la falta de interés de la mayoría de la sociedad respecto a quienes son sus representantes puede derivar en serias desviaciones y perjuicios dentro de la toma de decisiones sobre aspectos relevantes de la vida pública, así como en graves omisiones en la vigilancia del Congreso hacia el poder ejecutivo.

Un claro ejemplo de lo anterior es la deuda por 35 mil millones de pesos que fue autorizada en parte con procedimientos irregulares, y la cual hasta ahora no ha sido transparentada en su totalidad. Y fueron precisamente los diputados de la LVIII Legislatura, electa en 2008, quienes aprobaron ese cuestionable endeudamiento. Algunos de sus integrantes, políticos priistas todos, hoy buscan volver al Congreso.

Desgraciadamente, el alejamiento de los ciudadanos del ejercicio político propicia que los partidos asuman las elecciones como si de un partido de futbol se tratara, en donde lo único importante es derrotar al oponente, denostarlo, acabarlo. Pero la democracia es mucho más que eso.

La democracia no se trata de equipos, colores, porras y victorias, o de la construcción de poderes monolíticos de un solo partido. La democracia exige la participación de la mayor cantidad de ciudadanos -y, por lo tanto, de ideas y visiones diferentes- en el debate político sobre lo que nos conviene a la mayoría -sin relegar a las minorías- en una comunidad. De no ser así, y en Coahuila lo hemos visto, quien pierde es la sociedad. Por eso, no es cualquier cosa lo que se decide el próximo 6 de julio.

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