Los misterios y seducción del pasado, que nos dieron un sitio en la élite, son ahora fantasmas que acosan el sentimiento y no permiten que fluya un aliento más abierto cuando más lo necesita la tropa santista, son como celosos guardianes de una historia que no permite ser alterada, cuando es imposible, para cualquier equipo del mundo, sostenerse siempre en los sitios de vanguardia, sin poderse sacudir ni zafar de la dictadura de incompetencia que le embriaga.
De alguna manera somos todos como una fábrica de ideas silenciosas, todos las tenemos y ellas navegan en sentido contrario a lo que pudiera ser una etapa de cordura, paciencia y trabajo, lo que se entiende por la sencilla razón de que la ilusión no tiene tiempo para aguantar, y si no se diluye, sí entra a colaborar en el ambiente depresivo, pues el abatimiento surge cuando ya vedado el acceso a lo sublime, no queda más remedio que luchar por la subsistencia.
Conforme uno se entera y observa, Santos repica más en el aspecto de mercadotecnia, ofreciendo comparativos de insumos y entradas, lo que aparece cuando los seguidores han ingresado al terreno de la frialdad y lo que precisan no es meditar entre lo que se consume y paga, en costos actuales y anteriores, sino en la realidad absoluta del equipo que ha ido en picada, por más que como dicen, "sigue en zona de calificación" pero con una jauría persiguiéndole y amenazándole a muy corta distancia.
Qué extraña época la nuestra, sometiéndonos a pruebas poco conocidas o que se creían erradicadas o parte de un pasado épico, y en esos ataques de desmoralización debe apelarse a controlar la parálisis en una hechicera confrontación con la realidad, con los hombres, cada cual, colocándose en el sitio que les corresponde y de ahí partir, para mejorar, para intentar un cambio radical. Y en ello va inmerso el pensamiento más categórico del futbol, porque los dirigentes, el público, los medios y los simples mirones, sólo somos una parte del juego, importante sí pero no vital como los protagonistas, porque el futbol sólo pasa por los jugadores y solamente ellos pueden hacer que renazca el optimismo, recuperando la confianza, la serenidad y el tino, comenzando por no delegar técnicos y atletas, la situación a los aspectos de arbitraje, mal fario, desconcentraciones, descuidos, infortunios, estado de la cancha, hechicerías y tantos otros conceptos a los que suelen culpar, eludiendo responsabilidades cuando lo primero debe ser tener una autocrítica auténtica, con la aceptación de culpas colectivas e individuales y que ello sea base para reencontrarse, pues Santos y Pedro desde hace varias fechas perdieron finura, futbol y estilo. Conservan, sin embargo, gran potencial, ese que ya quisieran muchos.
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