Menuda semana, primero el nieto Julián gana todas las pruebas de natación infantil en Durango, y enseguida, la gente de El Siglo, tan generosa, me deja asomarme a sus planas históricas con mi modesta opinión en aspectos del deporte, a manera de columna, lo cual es motivo para agradecer a sus dirigentes y equipo en general. Sólo faltará saber si mi literatura y estilo están a la par de una institución donde el prestigio reluce y donde la exigencia de sus lectores debe ser satisfecha con calidad.
Los muchachos de mi generación fuimos ignorantes por carecer de noticias; los actuales corren el riesgo de serlo porque les sobran. Sobran las noticias pero falta información, análisis y significado. Hoy lo que ofertan los medios masivos es una visión del deporte por el mundo, como una cascada de sucesos que motivan y enriquecen la afición por el show mismo pero no necesariamente por el sello docente del periodismo que se aprende todos los días pues sus protagónicos, que se presumen expertos, no siempre lo son.
A falta de luces y señales que debieran enriquecer el conocimiento, los fans giran hacia las miradas de su corazón, en el rincón donde viven sus sentimientos, donde acumulan banderas, fotos, imágenes, decepciones y algunas sonrisas para, en el álbum de inolvidables, alimentar ilusiones con las nuevas caras de los héroes modernos de su equipo, sea cual fuere, esos que sin haberlos conocido personalmente nunca, siempre les acompañan.
Los ubican en la cancha de la tv con esos colores que rompen el alma y esos pequeños muñecos de futbol son como soldados de plomo que de pronto nos hacen vivir un buen tiempo sumergidos en baños de realismo y mastican los partidos con habilidad, técnica y posesión de la pelota como si fuera solamente suya y no patrimonio común de 22 señoritos.
Si la ilusión es una flecha en el aire, la educación autodidacta de la afición ha permitido días con mayores luces, sin necesidad de los periodistas, aún en esta épocas de dioses, héroes y batallas, porque seducidos por el juego de futbol aprendimos a diferenciar límites de modestia, ridículo y exageración. El problema es la mujer, con sus quejas de siempre, inquieta porque cree que esos pequeños juguetes de colores que inundan la tv pueden, con su desenfreno, salirse del aparato y romper todos los cristales con esa pelota que parece defensora de alegrías y causante del llanto popular. También dice que en exageración, el futbol puede causar infartos. Tal vez hasta lo desea.
@tovar1tv
arcadiotm@hotmail.com