La semana pasada presenté en esta columna el tema "El lado oscuro del Retiro", este tema despertó gran interés en los lectores y recibí una buena cantidad de correos al respecto. Agradezco a todos los lectores que me escribieron para darme sus comentarios.
El ocaso de un líder se ve venir desde el momento que empieza a perder la noción de la encomienda que le corresponde en ese puesto. Entre los indicios de esa pérdida está su aislamiento al alejarse de sus subalternos y volverse inaccesible. A partir de ese momento, sus fallas, ineficiencia, débil cohesión del equipo y baja moral del personal, se vuelven el pan de cada día. El buen ejercicio del mando requiere, de manera permanente, que quien está al frente sea promotor, por lo menos, de la mínima cortesía y que sea una persona pensante, sensible y con la suficiente inteligencia contemplativa que le permita analizar la realidad, extraer de ella relaciones y tratar de obtener un conocimiento sobre la razón de ser de todo lo que sucede en su trabajo, además de mostrarse orgulloso de la responsabilidad que lleva a cuestas.
Como toda organización, las empresas privadas no están exentas de los conflictos que se presentan entre sus miembros, si a ello le añadimos el aislamiento del líder, la confianza del personal se ve afectada seriamente. La confianza es un valor irrefutable para consolidar la relación entre un líder y sus subordinados y entre el líder y sus iguales y superiores. La confianza favorece un clima laboral distendido en donde todos participan sin dudas ni temores; la confianza propicia un acercamiento personal que permite que cada uno cumpla con lo que le corresponde e incluso con un poco más.
La sola confianza es el punto de partida para que todos desempeñen con seriedad y profesionalismo sus funciones, convencidos de la importancia de aportar individualmente en beneficio de los objetivos de la empresa y, por el contrario, la desconfianza va aparejada con estilos centralizados de mandar y de liderar.
Por otra parte, dado el ensimismamiento del líder en su propio trabajo, olvida aplicar en su propia vida la misma visión que ocupa en la empresa. Por eso, la jubilación le cae de sorpresa, porque se olvidó de aplicar los principios básicos de la administración a su mayor y más importante empresa: Su vida misma. Se dice que el administrador piensa en hoy y en mañana y que el líder ha de pensar también en el pasado mañana y en todos los días que le siguen.
El paso del tiempo es inexorable y por lo mismo, el retiro debería ser un suceso que deberíamos prever con mucha anticipación, dada la alta probabilidad de que suceda. Si aplicáramos el proceso de planeación como es debido, el retiro sería un evento dentro de nuestro control, sujeto sólo a lo que está fuera de nuestro alcance y que nos pueda impedir llegar a la edad de la jubilación -una enfermedad incapacitante, un accidente serio, una enfermedad terminal-. La educación de las personas debería incluir la preparación para el retiro como materia fundamental, eso es la mejor planeación estratégica.
A quienes pertenecemos a la generación de los "beibyboomers"no nos enseñaron que la jubilación se podía planear para que no nos llegara por sorpresa y para que evitáramos todas las situaciones negativas que hoy trae aparejado el retiro de la vida laboral, debido a ese "ensimismamiento" concentrado solamente en el trabajo empresarial y olvidando el desarrollo en todos los demás aspectos. La mayoría nos dimos cuenta al cuarto para las doce y para entonces ya no se pudo hacer gran cosa, sobre todo en el aspecto económico, amén de la falta de atención a la salud y al ejercicio y las relaciones familiares y sociales no cultivadas durante nuestra concentrada actividad laboral, por haberlas considerado con el mínimo grado de prioridad o incluso sin ningún grado de importancia.
Un lector me comentaba al respecto que las utilidades que hoy le reporta su actividad, las está utilizando para atenderse de las enfermedades ocasionadas por su falta de atención a su salud durante el tiempo que invirtió para consolidar su empresa, ya que nunca pensó que llegaría la edad de retirarse.
Pero también en el retiro hay excepciones, hay personas que por la planeación o porque el sistema de pensiones funcionó bien en su caso, viven su retiro con entusiasmo y con alegría. Incluso hay personas para quienes su pensión es suficiente para cubrir todos sus gastos e incluso tienen oportunidad de ahorrar dinero. Otras personas a quienes les llegó el retiro, se han dedicado a labores y proyectos los cuales estando en el trabajo no los podían desarrollar y hoy se sienten muy satisfechos al estar llevándolos a la práctica.
Sin embargo, la vida plena en el retiro no debería ser la excepción, sino la regla. Si se tiene estimado que a partir del año 2030 en la sociedad mexicana habrá más personas de la tercera edad que menores de quince años y que para el año 2050 uno de cada tres mexicanos tendrá más de 60 años, el reto que enfrentamos es mayúsculo. Tenemos que trabajar para crear la cultura de planeación del retiro y para que la gente se prepare con la suficiente anticipación para que ya no suceda lo que hasta hoy, que el retiro nos tome sin preparación para ello.
Además, tenemos otro reto adicional: Trabajar para que los 11 millones de adultos mayores que hoy existen en nuestro país y de los cuales el 43% de ellos viven en pobreza multidimensional - carencia de al menos uno de sus derechos relacionados con el desarrollo social, y además sus ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades- tengan en la última etapa de su vida la calidad mínima indispensable para disfrutarla.
De los 11 millones de personas de la tercera edad, muchos de ellos están con salud plena y la preparación y las ganas de trabajar por los demás, lo único que se requiere es liderazgo para unificar esfuerzos y trabajar en equipo para salir adelante afrontando los retos con preparación, conocimientos y unidad. La desesperanza, la falta de desarrollo y de empleo, la ausencia de amigos, el aislamiento social la soledad y las enfermedades no deberían ser el común denominador de las personas en el retiro. El dicho es muy cierto: "El león muere hambriento cuando el rebaño permanece unido".