"Vamos a recuperar el poder porque nosotros sí sabemos cómo ejercerlo".
En el 2000, o desde 1997 cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, el viejo régimen soltó las amarras del poder. Al menos eso pensamos. La forma de gobernar, un sistema diseñado para repartirse ordenadamente el botín de la Revolución, empezó a hacer crisis ante una ciudadanía cada vez más informada y menos dispuesta a ser tratada de manera autoritaria.
El 68 estudiantil, el 82 panista en Chihuahua, el 88 de Cárdenas y Clouthier, fueron advertencias claras de que la población estaba exigiendo la alternancia.
Ciudadanos más educados que razonan con claridad y una sociedad mejor comunicada que impide ocultar hechos, datos, tendencias; hicieron que el todopoderoso sistema tuviese que ceder ante el empuje de los mexicanos.
El PRI cedió la administración del país mas no el gobierno. Siguió controlando los hilos finos del poder. A base de entorpecer, sabotear, bloquear, eso sí, siempre por medios democráticos, hizo ver mal a los noveles gobiernos panistas que administraron muchísimo mejor pero nunca pudieron gobernar.
La ciudadanía creció y maduró en esos doce años panistas. Parte por la inercia mundial, parte porque el PAN lleva en su ADN el crecimiento ciudadano. Su torpeza en el ejercicio del poder alentó aún más el desarrollo de la consciencia ciudadana, hasta el PRD tuvo tiempo para madurar. Los que "si saben como gobernar" pensaron que ya era tiempo de regresar con los mismos instrumentos, con las mismas estrategias, con las mismas tácticas que fueron insuficientes para conservar el poder en el 2000, vaya sorpresa que se están llevando.
Pasmados, se dan cuenta de que la ciudadanía ya no se traga los mismos cuentos. Que cada vez más, sus acciones de gobierno son revisadas con lupa, sus pasos quedan registrados y las redes sociales hacen imposible cualquier intento de censura.
El país no está en crisis, México funciona a pesar de los candados y las sangrías que le aplican sus gobernantes, lo que está en crisis es el grupo en el poder que ha ejercido un modelo de gobierno que ya es, francamente, insostenible.
