Nuestras autoridades han insistido sobre la disminución de las tarifas eléctricas y del precio del gas natural como beneficios futuros de la Reforma Energética, pero han sido poco comunicativos sobre lo que podemos esperar para el precio de la gasolina.
Como resultado de esa reforma, en unos años la empresa paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) ya no gozará del monopolio que hasta hoy le otorga la Constitución para la producción y distribución de ese combustible en el país.
El público pareciera tener la impresión de que los precios a los que se vende la gasolina disminuirán, una vez que se complete el proceso de apertura de su mercado en México, más ahora que desde fines del año pasado es bastante más cara que en Estados Unidos (EU).
Esta impresión, sin embargo, no concuerda con la cantaleta que repiten hasta el cansancio nuestras autoridades, en el sentido de que hay un monto importante de recursos que se destinan a subsidiar el consumo de gasolina en el país. Hay, de hecho, planes para subir los precios internos en por lo menos 3 por ciento anual a partir del año próximo y hasta el 2017.
Por consiguiente, si existe un subsidio, la competencia en el mercado a partir de 2018 se debería traducir en un alza adicional del precio de la gasolina en el país. En cambio, si el subsidio no existe, los precios deberían reducirse para esa época.
¿Qué podemos esperar entonces para el precio de la gasolina una vez que se complete la apertura de su mercado a la competencia de productores nacionales y extranjeros?
Los factores más importantes que determinarán el precio al público de la gasolina en México, una vez que desaparezca la fijación del mismo por parte del Gobierno y termine el monopolio de Pemex son, aparte de los costos de refinación, el precio del crudo, la cotización del dólar y los impuestos.
El precio internacional del petróleo jugará un papel crucial en la determinación del precio de la gasolina, como sucede en la actualidad en EU, donde las variaciones en el precio del crudo se traducen, casi de inmediato, en movimientos en la misma dirección en el precio del combustible.
Este no ha sido el caso en nuestro país, donde el precio en pesos de la gasolina sube desde hace más de una década. No obstante, en ocasiones se ubica por encima y en otras por debajo de la referencia estadounidense en pesos, debido a los movimientos del precio del crudo y a los de la cotización del dólar.
El precio interno futuro dependerá, por tanto, del precio del dólar y del nivel que tenga el precio del petróleo al momento de la apertura a la competencia. Por ejemplo, si son mayores, entonces favorecerán un aumento en el precio de la gasolina con respecto al que impera hoy, mientras que si son menores ocurrirá lo contrario.
Por otra parte, los precios internacionales de la gasolina pueden ir desde menos de 0.10 dólares por galón (dg) en algunos países, hasta más de 10 dg en otros. Esta banda tan amplia no se debe a diferentes costos de producción o a los costos de transporte, sino esencialmente a la existencia de impuestos o subsidios.
La mayor parte de la diferencia en el precio al consumidor de la gasolina entre los principales países y dentro de ellos son impuestos. Estos llegan a ser en algunas naciones hasta el 70 por ciento del precio al consumidor final.
En EU existe un impuesto federal al consumo de gasolina, así como impuestos estatales y locales, lo que explica, junto con los costos de transporte, las diferencias de precios dentro de ese país. En fechas recientes estos gravámenes representan alrededor del 16 por ciento del precio que pagan los consumidores.
El gobierno de Enrique Peña Nieto tendrá, por consiguiente, que aclarar cuál será la política que aplicará respecto a los impuestos federales al consumo de gasolina. Su precio para el consumidor podrá ser, por tanto, mayor o menor al actual, dependiendo de los niveles en los que se fijen los gravámenes.
Pudiera haber también diferencias en el precio de la gasolina a nivel de ciudades y estados, en función de los costos de transporte de la gasolina a los centros de consumo, así como por posibles impuestos estatales y locales.
Considero que nuestras autoridades, siempre insaciables en su afán recaudatorio, no dejarán escapar la oportunidad de gravar más el consumo de gasolina, por lo que no me sorprendería si su precio acaba siendo igual o superior al que existe en la actualidad, aún si se mantienen estables el tipo de cambio y el precio internacional del petróleo.