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El primer amor

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

El mensaje dirigido a la Curia Romana por parte del Papa Francisco en ocasión de la Navidad, constituye una interpelación válida para todos los cristianos, sobre todo de los católicos laicos que gustamos ver la paja en el ojo de sacerdotes y religiosos, sin ver la viga en el ojo propio.

La Curia Romana es la estructura administrativa del Vaticano del más alto nivel, compuesta por tribunales, consejos, oficinas, comisiones, etcétera. Como toda burocracia, al fin burocracia y al fin humana, adolece de los defectos propios de nuestra naturaleza caída y como todos, los elementos que la integran enfrentan los retos de la vida diaria con la dosis de mediocridad a que conduce la rutina.

Por ello en su mensaje del lunes pasado, el Papa señala con franqueza paternal a los hombres y mujeres de la Iglesia las tentaciones a combatir, en un mensaje dirigido en principio a los miembros de la Curia, que es pertinente que traslademos en una visión autocrítica respecto a todos nosotros que nos decimos cristianos.

El Papa invita a la Curia y como consecuencia la Iglesia y nosotros que somos Iglesia, que hagamos un examen de conciencia de cara a la Navidad que estamos por celebrar y nos recuerda que somos siempre llamados a mejorar para realizar nuestra misión y sin embargo estamos expuestos a enfermedades, entre las que el Papa menciona la enfermedad de la soberbia que nos hace sentir inmortales; la enfermedad de la acción que so pretexto de a operatividad nos aparta de la reflexión; la enfermedad del endurecimiento mental y espiritual; la enfermedad de los que pierden los sentimientos de Jesús y que nos impide llorar con los que sufren y regocijarnos con los que gozan; la enfermedad de la ganancia mundana, de el materialismo, y el consumismo; la enfermedad de la excesiva planeación y el funcionalismo que nos hacen perder la frescura y la espontaneidad; la enfermedad de la esquizofrenia espiritual que nos lleva a vivir una doble vida a veces disoluta; la enfermedad de la envidia y la murmuración que generan división y la más grave de todas, la enfermedad de la indiferencia.

Con el ingenio que le es propio, en su discurso el Papa refiere a que los sacerdotes son como los aviones que son noticia cuando caen y pasan inadvertidos mientras estén volando de manera regular, con lo que invita a mejorar la conducta, para evitar los escándalos que hacen tanto daño.

Además de las referidas con anterioridad, en su mensaje el Pontífice refiere como enfermedad mortal al Azheimer espiritual, que Francisco hace consistir en el olvido de la presencia redentora de Dios como clave de la historia humana y sobre todo, el olvido de nuestra historia personal de encuentro con el Señor o "el primer amor..." que bien pudo surgir en nuestro corazón de niño en torno del pesebre del Portal de Belén, una noche como la de hoy, en que conmemoramos el nacimiento del Salvador.

Misterio insondable que desde la más remota antiguedad en la protohistoria, es anunciada mediante revelación que es recogida cuidadosamente a través de los siglos hasta el momento de la manifestación de Dios que desciende hasta la condición del hombre, y que culmina hace dos mil catorce años con el nacimiento de Cristo, que viene con el objeto de acompañarnos para darle sentido a nuestra existencia.

De cara a estas realidades, la Navidad que celebraos nos ofrece la gran oportunidad de hacer un alto en el camino vertiginoso de la vida, que signifique una cura para las enfermedades del espíritu que nos agobian. Un reencuentro con el Señor, a partir de revivir el primer encuentro con el primer amor.

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