Es imposible emitir una opinión que a todos les parezca equilibrada y sobre todo pretender que la misma tenga la misma aceptación de distintos públicos, máxime cuando la misma se trata de un político en funciones o que tiene poco tiempo de haber dejado de ejercerlo.
Pero los plazos son oportunidades para analizar lo realizado y a propósito del primer informe del alcalde de Torreón, Miguel Ángel Riquelme Solís vale por supuesto hacer una reflexión sobre el trabajo desempeñado en esta nueva administración municipal que está por cumplir su primer año de mandato.
Primeramente, para intentar dar un panorama más amplio de lo sucedido, es importante enumerar algunos de los puestos públicos que Riquelme Solís ocupó antes de llegar a la presidencia municipal y cuáles han sido las circunstancias (o algunas de ellas) que le han permitido estar en el sitio a donde ha llegado y elucubrar cuál podría ser su próximo objetivo en su carrera política.
Desde sus tiempos universitarios en el Tecnológico de La Laguna, el hoy alcalde mostró su vocación por las lides políticas. Líder de masas estudiantiles, encabezó movimientos menores de protesta que no pasaban (lo que eran aquellos tiempos) de la toma de camiones para ir a manifestarse en contra de temas que por esos ayeres no representaban mayor trascendencia que el escarnio en sus mundillos políticos. Necesitado de trabajo y conocedor de la electrónica, el ingeniero Riquelme transó relación laborar con un empresario que en esa época montaron un negocio que hacía entre otras cosas, la conexión de equipos de sonido para autos, productos típicos de jovencitos hijos de padres adinerados que le dieron la oportunidad de analizar cómo es el ambiente que se maneja en la burguesía lagunera.
Con esas herramientas, y muchas más que se portaba ya su personalidad, Riquelme Solís ingresó al PRI como la gran mayoría que a ese instituto lo hace, desde la mera infantería. Hizo mucho trabajo de campo y fue ascendiendo en la jerarquía partidista. De esa forma su conseguido puestos de mayor relevancia hasta que en el 2006 alcanza una diputación local justo cuando el polémico profesor Humberto Moreira empezaba su gubernatura.
Es natural pensar que esa coyuntura de convertirse en legislador al tiempo que el profesor había iniciado su populista mandato, combinado con el trabajo electoral y social al que Riquelme nunca le ha dado la vuelta (la fuente que me dijo esto es alguien del PAN, que señalaba al hoy alcalde como un incasable propulsor de la red clientelar priista, por lo que en su comentario no escatimaba reconocimiento alguno de esa capacidad de trabajar en pro de los intereses de su grupo) fueron la plataforma de lanzamiento a otros niveles en cargos públicos.
Vino después la subsecretaría de Desarrollo Social, la propia Secretaría (ahora desaparecida) de Desarrollo Regional y hasta la postulación a la diputación federal en 2009, que ganó con holgura.
Ya en el gobierno del licenciado Rubén Moreira, Miguel Riquelme fue designado Secretario General de Gobierno, para después dejarla y encaminarse a su encomienda como candidato primero y por supuesto ya una vez ganada la elección, como edil en funciones.
Este en un intento de describir cual es el bagaje que porta el presidente Riquelme, y con el mismo tratar interpretar su proceder en este casi año que lleva al frente de la ciudad.
Primero que nada hay que decir que toma el mando luego de quizá la más desaseada administración municipal en la vida moderna de Torreón. Su predecesor Eduardo Olmos, hombre de trato gentil pero que con el transcurrir de los meses de su gobierno fue demostrando cada vez más su indolencia (exceptuando en parte el tema de la policía municipal) entregó al municipio desfalcado, con marginal obra y con los servicios municipales dados al carajo. El Simas es también parte esencial del inmenso latrocinio que sufrimos los torreonenses. Con esas condiciones el actual edil compitió con muchas posibilidades de perder dado el enojo ciudadano, pero el PAN dividido como siempre le dio una manita suficiente para que pudiera hacerse del triunfo.
Con esos antecedentes, Miguel Riquelme llegó con la vara muy bajita, por lo que mejorar no era tan difícil, pero lo que sea de cada quien se puso trabajar y por supuesto que hay un cambio sustancial en el rostro y la capacidad de gobernar. El trabajo realizado en las finanzas municipales es de destacarse, porque han incrementado los ingresos en más de 37%, igualmente la labor de las nuevas autoridades del Simas han situado al sistema de aguas en una posición de casi quiebra, a un nivel de salud aceptable. La planeación y próxima ejecución de las nuevas áreas verdes contribuirán a darle una mejor calidad de vida a los torreonenses. Seguridad pública está hoy mejor equipado y aunque con resultados mixtos, en un área en que también hay mejoría; igualmente parquees y jardines y la "marea roja" tienen en mucho mejores condiciones en general a la ciudad. Un gran logro (lo que le toque) fue la atracción de la empresa Yura, que creará hasta 4 mil empleos.
Pareciera pues que Miguel Riquelme apuntaría como ser ese líder que tanto necesitaba Torreón, sin embargo, la opacidad y el pingüe negocio que se han repartido en la concesión de la empresa de alumbrado público Construlita, no deja de ser una mancha (como de 300 millones por cierto) que hace que el ciudadano enterado desconfíe y desdeñe lo que hoy ha sido un destacado trabajo como alcalde, máxime si se compara con los últimos dos. Su relación natural que tuvo con Humberto Moreira también le es un lastre.
Termina entonces el primer cuarto de su gestión Miguel Riquelme, su capacidad de trabajo y pretensiones lo pueden convertir incluso hasta en el próximo gobernador de Coahuila, pero yerros como el del alumbrado y tentaciones que le surgirán en el camino, pueden ser elementos que le impidan convertirse en el primer lagunero después de 4 décadas, en volver a gobernar a Coahuila.
