El síndrome de Asperger
El pediatra austriaco Hans Asperger dio a conocer, en 1944, lo que consideró una forma especial de autismo en la que las personas tienen problemas con destrezas sociales, emocionales o de comunicación, y además presentan conductas e intereses inusuales.
Esta alteración se ubica como parte de los Trastornos del Espectro Autista (TEA), y a diferencia de otros que también se consideran TEA, las personas no presentan retrasos del lenguaje; por lo tanto, tienen un coeficiente intelectual al mismo nivel o incluso superior al de la mayoría.
Sin embargo, en el manual Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM- IV (Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Trastornos Mentales), la Asociación de Psiquiatría Americana incluye el síndrome de Asperger como uno de los cinco trastornos definidos bajo la categoría de “Trastornos Generalizados del Desarrollo” (los otros cuatro son el autismo, el Trastorno de Rett, el Trastorno Desintegrativo de la Infancia y el Trastorno Generalizado del Desarrollo No Especificado de Otra Manera.
Se nace con el síndrome de Asperger y sus síntomas se presentan desde la niñez, aunque con regularidad éste se diagnostica hasta que el niño acude a la escuela. Tal como ocurre con otros TEA, los científicos no saben exactamente qué lo ocasiona, aunque se sabe que el cerebro de alguien con esta afección funciona de forma diferente al de una persona que no la tiene.
Los niños y adultos con este síndrome pueden llegar a presentar ciertas características en su comportamiento e interacción con quienes les rodean, tales como tener problemas para comprender los sentimientos de alguien más; incluso para expresar los propios.
Pueden llegar a tener dificultades para entender el lenguaje corporal, evitan el contacto visual, desean estar solos o quieren interactuar pero no saben cómo hacerlo, regularmente tienen intereses muy específicos y en ocasiones hasta obsesivos, sólo hablan de ellos mismos y lo que les interesa, y lo hacen de forma poco usual o con un tono de voz extraño.
Y es que tras un cierto retraso en el aprendizaje verbal durante los primeros años de vida, aparece un lenguaje especial, sobredimensionado y con cierto toque de seriedad, como si se tratara de un adulto, sin mirar al interlocutor, y con un discurso que no se deja interrumpir. Así lo describió el propio Asperger.
OTROS SÍNTOMAS
Los niños con síndrome de Asperger tienen muchas dificultades para hacer amigos, y suelen experimentar nerviosismo si se encuentran en grupos sociales grandes. Se les considera torpes o descuidados y adoptan rituales que se niegan a cambiar, como una rutina muy rígida para irse a dormir o ubicarse en ciertos sitios para tomar alimentos.
Al igual que las personas con autismo, suelen realizar movimientos repetitivos o extraños y tener reacciones sensoriales poco comunes. Todos estos rasgos constituyen una idea generalizada del síndrome de Asperger; esto quiere decir que en cada persona la intensidad de dichas características puede ser muy diversa.
Individuos con SA y profesionales que los conocen, sostienen que más que una discapacidad es una diferencia, pero aunque se respeten sus habilidades tampoco deben subestimarse sus luchas y sufrimientos.
VALORACIÓN
Debido a que los primeros meses de vida este síndrome pasa desapercibido, los diagnósticos se presentan después de los dos años. Durante la edad escolar es cuando aparecen los gustos o aficiones poco comunes para su edad, como la lectura compulsiva de temas concretos, juegos para los que tienen habilidades especiales o capacidades artísticas especiales, todo esto acompañado por una muy escasa relación con los de su entorno, sobre todo con los compañeros de colegio o los vecinos.
A todo eso se suma una dificultad congénita para entender las señales emocionales de los demás y para expresar las propias, la rigidez de su comportamiento y las manías de perfeccionismo en lo que es de su interés. Todo ello lleva a una nula armonía en la función cerebral, de lo que pueden derivarse otros problemas como la depresión, ansiedad, hiperactividad y el déficit de atención que, de no detectarse a tiempo, implicarán un fracaso de vida.
Los especialistas valoran un posible caso de Asperger con protocolos como la Escala Australiana, que cuantifica, entre otros, el grado de habilidades sociales y emocionales: ¿sabe jugar con otros niños? ¿Los busca en el recreo o prefiere estar solo? ¿Interviene socialmente a destiempo o de forma inadecuada? ¿Entiende las expresiones emocionales?
Las habilidades de comunicación se determinan con interrogantes como: ¿sabe encontrar un segundo sentido a las frases? ¿Es monótono en su forma de hablar sin enfatizar en lo importante? ¿Procura evitar el contacto visual en las conversaciones? ¿Su lenguaje es demasiado preciso o pedante? ¿Lleva el tema de las conversaciones a lo que a él le gusta sin importarle cortar la frase a los demás?
Se valoran también las preferencias de conocimientos: ¿están por encima de lo habitual para su edad? ¿Lee compulsivamente sobre temas que no suelen ser los comunes a su edad como por ejemplo, profundizar en astronomía y no le tientan los libros de aventuras? ¿Tiene una excelente memoria de detalles de tiempo atrás ya olvidados por la mayoría?
A estos puntos, se suma el miedo o angustia inusual a algunos sonidos del ámbito normal o a ruidos estridentes ocasionales, caricias suaves, lugares atestados de gente, o la tendencia a aletear las manos, balancearse o a mostrar tics faciales, máxime si está nervioso, o si presenta un umbral alto para el dolor.
CONTROVERSIA
Mientras que el manual de clasificación del DSM-IV identifica el Asperger como un síndrome separado y distinto del autismo, para algunos profesionales y familias la definición del autismo debería incluir otros diagnósticos como el Asperger y los demás TGD.
Quienes apoyan este punto de vista pueden sostener que ante la ausencia de pruebas biológicas tanto para el autismo como para el Asperger, es difícil determinar un diagnóstico. Esto puede dificultar que la persona obtenga servicios al no cumplir las pautas que generalmente reconocen al Asperger como una forma de autismo y, por consiguiente, quedarse sin la atención que requiere.
Quienes creen que el Asperger no es una forma de autismo citan al manual actualizado DSM-IV, el cual claramente señala que el síndrome o trastorno es un diagnóstico distinto. Sostienen que si se creara una distinción entre el autismo y el Asperger, se podría preparar el terreno para una educación y un tratamiento más adecuados. Otros profesionales creen que hay diferencias significativas entre un individuo con autismo y uno con Asperger.
ATENCIÓN
Las personas con síndrome de Asperger necesitan recibir atención especializada para sus problemas de comunicación, para lo cual es necesaria la intervención de un pediatra especializado en el desarrollo, o bien, un psicólogo.
Exponer la situación ante los maestros de la escuela a la que acude el menor, también pueden ayudar para que éste reciba una capacitación intensiva en las destrezas sociales que requiere, para mejorar su interacción en la escuela o comunidad.
También podría necesitar terapia del habla para aprender cómo hablar con otras personas, o medicamentos, para ayudarle con la ansiedad y los problemas de atención. Otros tratamientos como la terapia física y ocupacional, también podrían ser útiles según las necesidades del niño.
Como se mencionó con anterioridad, ciertos rasgos se comienzan a notar desde la edad escolar; por ello, es importante estar al tanto de todos los comportamientos para que el niño reciba la atención especializada oportunamente.
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