El Síndrome de Esquilo
Durante el fin de semana que acaba de terminar conmemoramos el día de la libertad de expresión. A mí la fecha me agarró en el mejor sitio posible: en Tijuana, a donde vine para participar en la Feria del Libro, dedicada este año a nuestro querido Federico Campbell. Tuve el privilegio de presentar junto a José Carreño Carlón, director general del Fondo de Cultura Económica, la nueva edición de Pretexta, que cumple 35 años de haber sido publicada por primera vez.
El contexto de esta presentación no podía ser mejor, pues no es exagerado calificar esta nueva edición de tijuanizada, dado que está llena de alusiones a la ciudad fronteriza que vio nacer a su autor. La presencia de Carreño Carlón fue muy significativa: además de ser el editor de esta nueva versión, y de ser un experimentado comunicador y periodista, fue un amigo entrañable de Campbell desde que ambos eran muy jóvenes.
Como la cuarta de forros de esta nueva edición indica, Campbell fue un perfeccionista que jamás dejó de volver a lo creado, siempre con el ánimo de precisar una frase, abundar en una situación e ir más allá en sus descripciones. Esta nueva versión de Pretexta es fruto de una serie de correcciones que el autor marcó de su puño y letra en un ejemplar que, poco después de su muerte, encontramos entre sus documentos de trabajo. Se trata de un viejo ejemplar que había leído yo durante mis años de universidad, y que Campbell me pidió prestado hace tiempo para conocer, de primera mano, cómo es que los periodistas de generaciones recientes recibíamos la novela. Conforme pasaron los años, yo creí ese ejemplar irremediablemente perdido. Imagínense lo que sentí al ver, después de no sé cuánto tiempo, que sobre mis comentarios él había hecho una serie de precisiones marcadas con pluma fuente, con lápiz, e incluso con plumines de diferentes tintas. A la manera de un sastre que con jaboncillo o greda marca líneas en un trozo de casimir para saber dónde ajustar y dónde soltar, qué piezas cortar y cuáles coser, Campbell trazó en aquel viejo ejemplar que leí en mi juventud, los fragmentos donde visualizaba cortes, remiendos, pespuntes: añadidos, supresiones, variaciones, puentes a hechos de la historia reciente de nuestro país y no pocos pasadizos a obras maestras de la literatura universal. Dicho en el argot de los sastres, dejó un patrón que ha servido para armar la edición que hoy celebramos.
En un sentido estricto, Pretexta reflexiona acerca de los terrenos que comparten la historia, el periodismo y la literatura. La novela es protagonizada por Bruno Medina, un joven aspirante a escritor que sobrevive haciendo crónicas de lucha libre a pesar de que nunca ha asistido a alguna, y no le importa robar o inventar el material que publica en periódicos dudosos: improvisa en el vacío entrevistas con políticos, con actrices, con luchadores enmascarados. De allí que él se llame a sí "el cronista enmascarado".
Con un lenguaje crudo, eficaz, Federico Campbell nos cuenta cómo Bruno es contratado para hacer un libelo en contra de un viejo maestro universitario, Álvaro Ocaranza, para neutralizarlo como miembro de la oposición política. Amparado por el anonimato, da rienda suelta a sus demonios para construirle un aberrante pasado a su maestro. Se trata de pisotear su dignidad y por lo tanto su credibilidad. Así, su máquina de escribir se convierte en un arma. Y él, en vez de novelista, se convierte en hacedor de la Historia. Campbell narra cómo el viejo maestro Ocaranza, que también ejerce el periodismo, es "levantado" para intimidarlo y para fabricarle pruebas que lo incriminen en hechos vergonzantes. De este modo los periodistas son, en esta magistral novela, víctimas y verdugos al mismo tiempo. Asombra la actualidad que Pretexta acusa a treinta y cinco años de ser publicada por primera vez. Hoy, que a cada paso de la vida nacional nos enfrentamos a hechos crudos que resultan difíciles de interpretar, esta novela es, para decirlo con una definición de Mario Vargas Llosa, "una mentira que encubre profundas verdades".
Pretexta es además una magnífica puerta de entrada al resto de la obra de Federico Campbell: en la primera página aparecen cifradas las obsesiones literarias que le perseguirían durante toda la vida. Como ejemplo veamos la cuarta frase, que comienza así: Las palabras de su padre se iban desvaneciendo en su memoria… Encontramos aquí en germen, con treinta años de anticipo, los ejes temáticos del que será uno de sus libros más celebrados: Padre y Memoria. En esta página se evocan también expedientes judiciales, periódicos, máscaras. Elementos todos que prefiguran la obra que vendría después: La Era de la Criminalidad, Periodismo Escrito, Máscara Negra.
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