El Síndrome de Esquilo
Para quienes nacimos entre fines de los setenta e inicios de los ochenta, José Revueltas es el equivalente literario de ese tío al que nunca conocimos, pero del que todos hablan: una ausencia cercana. Su imagen es tan familiar que a veces caemos en la trampa de darle por visto porque podemos resumir en tres o cuatro pinceladas su paso por la tierra: militante comunista, autor de El Apando, recluido en las Islas Marías y en Lecumberri. Más allá de este mínimo retrato hablado, suele ser muy poco lo que los jóvenes saben de un autor cuya obra reunida abarca 26 tomos.
Tristemente, ese distanciamiento no es un rasgo generacional: por muy diversas razones, en muchos momentos ha sido complicado leer a José Revueltas. Lo fue en 1949, cuando tras la publicación de Los días terrenales el autor recibió tal lluvia de insultos y acusaciones que optó por retirar la novela de las librerías e incluso suspendió la temporada de su pieza teatral El cuadrante de la soledad, que estaba por cumplir cien representaciones. Tampoco fue sencillo leerlo en 1964, cuando la crítica tildaba a su novela Los errores, de ser "inobjetablemente monstruosa, bárbara y sangrienta".
El suyo no es el caso del escritor que se instala en la memoria colectiva a fuerza de homenajes oficiales, sino el de una obra cuyas raíces se abren paso aún en la sequía. En septiembre de 1966, Carmen Rosenzweig publica en El rehilete una entrevista con José que comienza con estas palabras: "Uno de los escritores más importantes de México e inexplicablemente mal conocido es José Revueltas". En ese momento, con casi treinta años de carrera literaria y tras haber publicado seis novelas, sus libros circulan poco y son difíciles de conseguir. De hecho, en el prólogo a La palabra sagrada, José Agustín cuenta cómo en la década de los sesenta el autor de Dormir en tierra "se hallaba muy mal cotizado en la bolsa de valores literarios y era vilmente subestimado, si no es que francamente vetado, por el establishment cultural de la época". Al respecto, en la nota introductoria a Los albañiles: un guión rechazado, Vicente Leñero recuerda que, en 1966, él mismo era un lector apasionado de las novelas de don Pepe y que se "sentía enojado por la tibieza, incluso por la hostilidad con que la crítica mexicana, más atenta como siempre a los vaivenes de la política cultural imperante que a las expresiones literarias, había tratado en 1964 a Los errores, su gran novela".
En 1967, año en que Revueltas recibe el Premio Xavier Villaurrutia, se publica su Obra literaria reunida. Si bien la narrativa revueltiana se vuelve accesible para muchos lectores, la publicación también confirma que el vacío generado en torno a él no se debe sólo a un asunto de distribución. La sombra de su actividad política le ha acarreado cierto aislamiento literario. Repudiado en ese momento casi en igual medida por la izquierda y por la derecha, Revueltas es apreciado y defendido por un grupo de narradores jóvenes: José Agustín, Gerardo de la Torre, Juan Tovar, Parménides García Saldaña, Gustavo Sainz, entre otros. Escribiendo artículos en los periódicos, estos jóvenes se proponen revertir el ninguneo a Revueltas.
Rememorando los acontecimientos de 1968, en los que Revueltas tuvo un papel decisivo, Carlos Monsiváis aclara: "casi ninguno de los que ahora quieren y admiran a Revueltas lo ha leído". En otro texto, el mismo Monsiváis se pregunta: "¿Por qué tarda tanto y por qué se entrega con tal mezquindad el reconocimiento literario a Revueltas, a su brillantez poética, a la complejidad de sus personajes y situaciones, a su ir a fondo en el examen de la descomposición que es el rostro no tan secreto de una parte de la sociedad?"
"Muerto Pepe Revueltas, la popularidad que no gozó nunca su obra quizá le llegará por fin", escribe en 1976 Héctor Manjarrez. Tras el auge propiciado por el deceso del escritor, en los años ochenta dicha obra parece destinada a ser evocada por muchos pero leída por unos cuantos, acaso debido a nuestra "afición a celebrar los libros mucho más de lo que se han leído, o sin haberlos leído en absoluto", como señala el propio Revueltas en los apuntes para un prólogo al Ensayo sobre un proletariado sin cabeza.
Twitter:@vicente_alfonso