El Síndrome de Esquilo
La semana pasada dediqué este espacio a orbitar una idea que me inquieta desde niño: discernir si existen libros capaces de inyectar el virus de la locura en sus lectores. En estos días encontré un oscuro ejemplo de cómo un impreso puede cambiar nuestra forma de ver el mundo. Entre martes y viernes me di una escapada a Washington, D.C., ciudad que no le pide nada a otras grandes capitales como París o Moscú. El espacio que más me marcó fue el Museo del Holocausto, dedicado a preservar la memoria de los millones de víctimas que cobró el nazismo.
Además de las exposiciones permanentes, el museo alberga en estos días una muestra llamada "Una Mentira Peligrosa", dedicada a una de las invenciones más venenosas en la historia. Un libro conocido como Los Protocolos de los Sabios de Sion. Escrito en misteriosas circunstancias hacia 1905, muy probablemente en Rusia, el libro revela en veinticuatro capítulos los detalles de una reunión de líderes judíos que estarían conspirando para manipular la economía mundial y para controlar los medios de comunicación. Según el texto, el fin último de dicha conspiración sería dominar el mundo.
Después de la revolución rusa de 1917, emigrantes anticomunistas trajeron el texto a occidente: al poco tiempo aparecieron ediciones en Europa, Estados Unidos, Sudamérica y Japón. Ya en los años veinte había ediciones en lenguas árabes. En esa misma época Henry Ford, el magnate de los automóviles, hizo publicar en un diario de su propiedad una serie de artículos basada en los Protocolos. Esos artículos fueron incluidos en otro volumen firmado por Ford titulado El Judío Internacional, que fue traducido a más de quince idiomas. Tanto Adolf Hitler como Joseph Goebbels, quien se desempeñó como ministro de propaganda nazi, elogiaron a Ford y su Judío Internacional.
El asunto es que ni la conspiración ni sus presuntos líderes existieron jamás. En 1921 el diario londinense Times presentó evidencia concluyente de que los Protocolos son un burdo plagio, y que buena parte del libro copia fragmentos de El Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, una sátira política francesa publicada en 1864. Libro en el que, por cierto, no se menciona a los judíos.
A pesar de que desde 1921 quedó demostrado que Los Protocolos de los Sabios de Sion es una invención y una impostura, el texto continuó utilizándose para respaldar la ola de antisemitismo en Europa del Este y Europa Central. Alfred Rosenberg, ideólogo del partido nazi, introdujo Hitler a los Protocolos al principio de los años veinte, cuando estaba desarrollando sus ideas. Hitler se refirió al libro en algunos de sus primeros discursos políticos, y durante su carera explotó el mito que los "judío-bolcheviques" conspiraban para controlar el mundo. De hecho, tanto Los Protocolos como El Judío Internacional son parte de la "bibliografía" que cita en Mi Lucha.
La mentira fue creciendo: en la década de los treintas, Los Protocolos de los Sabios de Sion fue pieza clave en la propaganda nazi. Entre 1919 y 1939, el partido nazi publicó por lo menos 23 ediciones de los Protocolos, y tras la toma del poder por los nazis en 1933, algunas escuelas usaron ese libro para adoctrinar a los estudiantes.
De acuerdo con el Museo del Holocausto, en 1935, un tribunal suizo multó a dos líderes nazis por distribuir una edición alemana de los Protocolos en Berna, Suiza. El presidente del tribunal declaró durante el proceso que los Protocolos eran "difamatorios", "falsificaciones obvias", y "tonterías ridículas".
En 1964, el Senado estadounidense emitió un informe declarando que los Protocolos eran "fabricados". El informe califica el libro de "galimatías" y critica a los que diseminaban los Protocolos por usar la misma técnica de propaganda que Hitler.
No obstante, el panfleto continúa circulando sobre todo en la Internet, como un caballo de Troya que abre las puertas al odio y la intolerancia (como parte de la muestra se exhibe una edición impresa en México en 2005). Al respecto Elie Wiesel, sobreviviente de los campos de concentración y Premio Nobel de la Paz, ha dicho: "Si hay un texto capaz de producir odio masivo, es ese".
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