El Síndrome de Esquilo
Esta semana envío mi comentario desde White Plains, pequeña localidad norteamericana a 80 kilómetros de Winston-Salem, Carolina del Norte. Estoy aquí siguiendo el rastro de Chang y Eng Bunker, hermanos siameses que estaban unidos por un ligamento carnoso a la altura del pecho. Se trata de los primeros mellizos ligados físicamente cuya vida se documentó con precisión (de allí que a los mellizos en esa condición se les llame siameses).
La increíble historia de Chang y Eng comienza en 1811, cuando nacen en la provincia de Siam (hoy Tailandia). Dado que eran hijos de una pareja de pescadores muy pobres, se dedicaron desde muy jóvenes a recorrer el mundo presentándose como espectáculo. De hecho, llegaron a los Estados Unidos en 1829, concretamente a Boston. Crónicas de la época consignan que la primera vez que fueron exhibidos en una jaula, pendía sobre ésta un letrero que no les concedía siquiera el beneficio del plural, pues los catalogaba como "El monstruo". Sus biógrafos relatan que los siameses tenían personalidades distintas, casi opuestas: mientras el retraído Eng era un asiduo lector de Shakespeare, el impulsivo Chang era alcohólico y adicto al juego. Tenían incluso distinta tendencia política.
Pero más que sus aventuras alrededor del mundo, me llama la atención su deseo de quedarse en estas tierras que conocieron en 1838, durante una gira que incluía además los estados vecinos de Virginia y Georgia. ¿Qué vieron estos jóvenes aquí, en Carolina del Norte, como para asentarse en estas tierras? Los biógrafos no se animan a dar respuestas concluyentes. Mientras algunos ponderan las riquezas naturales del llamado viejo estado del norte, otros señalan razones de orden más práctico: querían casarse y aquí habían encontrado a las candidatas ideales: un par de hermanas llamadas Sarah y Adelaide Yates.
La paradoja es que a mediados del siglo XIX esta región no era muy hospitalaria que digamos: la población de indios cherokees había sido expulsada con violencia del territorio y el amargo capítulo de la esclavitud estaba en su apogeo. Además las leyes eran muy duras e injustas. Como lo comenté ya en una de mis entregas anteriores, era ilegal enseñarle a leer y escribir a una persona de color. En "The Two", acaso la más completa biografía de Chang y Eng que se haya escrito, Irvig Wallace nos recuerda que también estaba vigente la llamada "Ley del Matrimonio". Dicha ley exigía el depósito de una fianza antes de que una pareja pudiera contraer nupcias. Si más tarde se averiguaba que un "blanco libre" había contraído matrimonio con una persona "de sangre india, negra, mestiza o mulata hasta la tercera generación, el matrimonio se declaraba ilegal y la fianza se confiscaba". No obstante, la ley no decía nada contra los orientales.
Casarse no fue sencillo: en 1843, los hermanos Bunker debieron enfrentar a un tribunal de este estado para sostener que Sarah y Adelaide no cometerían bigamia al casarse con ellos. El anuncio de esta unión provocó tal escándalo, que un grupo de vecinos escandalizados intentó lincharles. No obstante, los siameses lograron convencer al juez Patch Meadows haciendo un acuerdo: cuando una de las hermanas pasara la noche con su esposo, el hermano no podría hablar, debía cerrar los ojos y volverse "insensible". Así Chang pudo casarse con Adelaide, mientras Sarah y Eng hacían lo propio.
La anécdota pone en evidencia las contradicciones de la época: en esos años en que la tensión galopaba por el territorio estadounidense, John Calhoun, político separatista de Carolina del Norte, propuso un sistema al que se le llamó "el país de dos cabezas": contemplaba que Estados Unidos tuviese dos presidentes, uno que representara los estados esclavistas y otro que representara a los estados libres, cada uno con poder de veto sobre el otro.
Chang y Eng permanecieron aquí hasta su muerte en 1874. De hecho, sus restos aún descansan en la región: apenas el viernes dejé un ramo de flores frente a su lápida. Pero hay más: dado que en total procrearon 22 hijos con las hermanas Yates, muchos habitantes de Mount Airy se apellidan Bunker.
Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx