El Síndrome de Esquilo
"El ruido nada prueba; con frecuencia una gallina que se ha limitado a poner un huevo cacarea como si hubiera empollado un asteroide", advierte Mark Twain en uno de sus mejores libros. Recuerdo esa frase muy seguido. Hoy que ser escritor atribulado está de moda y la literatura nacional va construyéndose a tuitazos, da gusto encontrar creadores más preocupados por su obra que por su imagen. El asunto viene a cuento por lo siguiente: quienes vayan hoy lunes a las 19:00 horas al foyer del Teatro Isauro Martínez, tendrán oportunidad de adquirir una de las mejores novelas que se han escrito en La Laguna. Un libro que no es producto del marketing ni del bullicio, sino del trabajo silencioso y constante. Me refiero a Arno y los Ojos de Rea, de Magda Madero.
"Una novela de 482 páginas no se construye en poco tiempo salvo si se es un genio y yo no lo soy. El material del que se nutrió se fue acumulando día a día durante muchos años; estructurarla y corregirla, que fue lo más difícil, me tomó aproximadamente diez años", responde Magda cuando le pregunto cuáles fueron las dificultades para armar este libro. La aclaración es apenas necesaria. Basta asomarse a las páginas para advertir que además del tiempo invertido, están allí su pasión por la filosofía y la experiencia que acumuló al escribir sus libros previos (dos poemarios, un volumen de cuento y una novela).
Con seis partes divididas en capítulos, Arno y los Ojos de Rea cuenta una historia sencilla: Arno es un escritor que ha acumulado numerosas cuartillas a lo largo de varios años y, como quiere hacer una novela, ha decidido darles coherencia. Empezará a construir un universo particular al observar lo que sucede en su entorno para relacionarlo con sus cuartillas. Así, mientras escudriña en su biblioteca, mientras mira a través de la ventana, mientras reflexiona y escucha música, emprende la difícil tarea de acomodar sus páginas para lograr el sueño de edificar su novela. Rea es una pordiosera de ojos verdes que llama a la puerta de su casa. Los ojos de la mujer y las cavilaciones del escritor sirven como hilo conductor entre historias que tocan ambientes y épocas muy distintos: de las colonias acomodadas de Torreón al caos de las clínicas del Seguro Social, de los Diálogos de Platón a las sanguinolentas notas de los diarios vespertinos.
Bajo la aparente sencillez, no obstante, hay una riqueza que hace de esta novela un referente en la literatura lagunera. Como ocurre en muchas de las grandes novelas del siglo XX, Arno y los Ojos de Rea contiene más preguntas que respuestas. Si en Rayuela es Morelli quien bombardea al lector con dudas, aquí es Arno quien reflexiona sobre la tarea de escribir y no vacila en contagiarnos sus dilemas filosóficos. Le pregunto a Magda qué piensa respecto a quienes señalan que vivimos en la posmodernidad y esos temas están rebasados. "Es muy cierto lo que dices. La posmodernidad no quiere saber nada de tradición, de reglas, de valores, de filosofías; busca, por el contrario, lo nuevo, en un juego que puede caer en el absurdo ya que lo nuevo deviene inmediatamente viejo. El posmodernismo ha multiplicado los 'talentos' artísticos, y todo mundo quiere ser y es, de algún modo, un artista. El arte, vacío de proyecto y al alcance de todos, ya no es algo superior sino una forma más de la sociedad de consumo como la moda o el marketing".
Después lanza una pregunta: ¿Qué será de quienes sí nos tomamos en serio el peso de la tradición y del estudio? Más que ensayar una respuesta, aventura una posibilidad: "Tal vez el arte, algún día, reclame su estatus y vuelva a recuperar su prestigio ya que el posmodernismo no es una obligación por más moda que sea y esa moda, como todas, cansará: el ser humano se cansa de todo, menos de seguir en la búsqueda de nuevas respuestas".
Tome nota, insisto, esta presentación es imperdible. Los comentarios corren a cargo de Juan de Dios Rivas y Daniel Lomas. Arno y los Ojos de Rea, hoy a las 19:00 horas en el foyer del Teatro Isauro Martínez. Cómprela, léala, discútala.
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