El Síndrome de Esquilo
En el verano de 1993 yo era un adolescente que tocaba el bajo en Monitos de Barro, una banda de cochera que hacía covers. Del mes que estuvimos ese año tocando en la feria de Torreón por una paga ridícula, recuerdo sobre todo la tarde en que nos colamos a la prueba de sonido de otro grupo que tocaba en el palenque para promover su primer disco. Entre los consejos que aquellos músicos nos dieron, uno me quedó grabado a fuego: "ya no toquen covers, hagan sus propias canciones".
El grupo se llamaba Café Tacvba y en palabras de uno de sus integrantes, Joselo Rangel, era considerado entonces "un grupo de desmadre, chistoso, con canciones para el slam". No era por supuesto el concepto que ellos tenían de sí mismos: "consideramos nuestra música lo más serio del mundo. Sí, utilizamos el humor como una forma de comunicar ideas, pero nos consideramos más que eso", dice el guitarrista en un artículo publicado en Excélsior este año.
Tanta remembranza viene al caso porque este 2014 se cumplen veinte años del lanzamiento de RE, el segundo disco de aquella banda de desconocidos que en ese momento luchaban por hacerse un nombre. Como muchos recuerdan, la crítica fue muy dura con ese álbum. Pero la vida da muchas vueltas y con el tiempo ese trabajo ha sido elevado a la categoría de obra maestra.
Es fácil comprender por qué. Suena a obviedad, pero es un disco redondo. Como su nombre advierte, RE es una reflexión acerca del carácter cíclico del universo. ¿Qué hay más circular que la vida, que gira y da vueltas y rueda girando? No es casualidad que desde aquella época, cierto proverbio náhuatl sea el lema de la banda: "Todo lo que fue volverá a ser, y todo lo que es dejará de ser".
Una de las mayores cualidades del RE es la congruencia que logra entre forma y fondo. Un balance perfecto entre letras y músicas (así en plural, pues los veinte tracks nos llevan de la polka al danzón, del funk a un paródico trash). RE me enseñó que las letras no son un mal necesario, ni un pretexto que los grupos le dan al público para gritar. Oigamos, por ejemplo, Esa Noche: mientras Rubén Albarrán canta "…y no fue una gran tristeza, fue como ir de menor a mayor" la armonía hace una modulación que hasta el más distraído advierte, porque la música va también de un acorde menor (C#m7) a uno mayor (F#7). Así letra y música van de la mano.
El disco está lleno de guiños así. Otra muestra aparece en El Fin de la Infancia, una declaración de principios del cuarteto de satélite, pero también un llamado a los latinoamericanos a proclamar nuestra independencia intelectual. Copio aquí unos versos de la letra, que se explica por sí sola: "Al cantar esta canción tengo algo qué contarles, desde ahora quiero ser dueño de mis pasos de baile (…) La gente dice que el baile sólo es una diversión y el artista extranjero se lleva la comisión, hoy me quitaré el miedo a sentirme en la vanguardia sin tener que ir a New York para ver allá qué pasa". Insisto, no es casual que los Cafeta canten esto a ritmo de banda: además de ser un estilo muy mexicano, está basado en síncopas, es decir que evita los tiempos fuertes y ataca en los débiles. Otra vez música y letra van de la mano para lograr una síntesis genial de su oposición a las tendencias comerciales de la época.
El RE presume un trabajo vocal muy preciso, con ensambles a tres y hasta cuatro voces. Podría decirse que los tacubos estaban satisfechos de hallar, literalmente, una voz propia. Lo mismo podría decirse de la ejecución de Emmanuel de Real en los teclados y en la programación de cajas de ritmos.
Pez es otro acierto. La letra relata una anécdota que ocurre mil veces al día: un hombre atrapa un pez. El hallazgo está en el punto de vista, pues escuchamos la experiencia contada por el pez. Así Café Tacuba nos recuerda que nuestra visión no es la única válida y que formamos parte de un ciclo (o de El Ciclón, pues esa canción aborda el mismo tema: la imposibilidad de escapar al ciclo de la vida).
Al final, como dice Ixtepec al terminar el séptimo track, la vida es un ciclo. Veinte años después de lanzado aquel disco que marcó el fin de mi infancia, me he enterado de que una nueva infancia está por comenzar, es decir que nueve lunas pasarán para sentir que nuevas flores nacerán. Y no lo van a creer, pero justo Las Flores es una de las canciones preferidas de la bebé que mi chica y yo esperamos. Son las vueltas de la vida. Comentarios:
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