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El Síndrome de Esquilo

SHAKESPEARE TIENE HERMANOS EN TORREóN

El Síndrome de Esquilo

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VICENTE ALFONSO

Con este comentario inauguro una serie de columnas destinadas a analizar la formación y la obra de escritoras laguneras. En 1928, Virginia Woolf fue invitada por la Universidad de Cambridge a dictar una conferencia en torno a las mujeres y la ficción. El resultado fue su ensayo más conocido, titulado "Un Cuarto Propio". En éste reflexiona respecto a lo femenino y además aborda la influencia que ejerce la pobreza sobre la literatura.

En el tercer capítulo, Woolf recuerda a cierto obispo que disfrutaba haciendo dos afirmaciones: la primera, que los gatos no van al cielo. La segunda, que es imposible que ninguna mujer pasada, presente o futura, posea el genio de Shakespeare. La segunda afirmación le sirve a la autora de Mrs. Dalloway como detonador para hacer un ejercicio de imaginación: se pregunta cómo hubiera sido la vida de Judith Shakespeare, una hipotética hermana de William que hubiese compartido su genio creativo. Para empezar, Judith hubiese enfrentado un contexto mucho más adverso: sin derecho a ir a la escuela, jamás hubiese aprendido gramática y lógica, mucho menos leído a Virgilio. De persistir en su vocación, Judith tendría que huir de su casa y buscar una oportunidad en otras regiones. El ejercicio es mucho más que una ocurrencia: recordemos que Woolf misma fue una niña sin instrucción formal dado que su padre, como muchos hombres de la época, creía que las mujeres no necesitaban estudiar. Recordemos también que, bien entrado el siglo XX, las mujeres no tenían derecho a títulos universitarios en Inglaterra.

Evoco esto porque el jueves, en el contexto del Día Internacional de la Mujer, se presentó el libro "Más allá de una mirada" de la señora Olga de Juambelz. Los comentarios corrieron a cargo de Angélica López Gándara y Yolanda Natera, además de la directora del Instituto Municipal de Cultura de Gómez Palacio, Yeye Romo. Muy bien apadrinado, el volumen contiene un prólogo de Elena Poniatowska, además de notas introductorias de Felipe Garrido y de Sonia Salum.

Más allá del acontecimiento editorial que significa, la aparición del libro pone el dedo en la llaga respecto a una actitud provinciana que persiste en la Comarca, como en muchos rincones del país: la idea de que existe una literatura escrita por mujeres y para mujeres, al margen de la literatura a secas. En el argot de los talleres literarios se les conoce como "escriñoras", es decir, señoras que entre semana dedican unos minutos a sacar versitos que leerán mientras toman galletitas con sus amigas. Las escriñoras existen, sí, como existen también los escriñores que allá cada nunca emborronan tres o cuatro líneas para colgarse el título de cuentista o poeta cada vez que se reúnen con los cuates a jugar dominó. Pero estarán de acuerdo mis tres lectores en que eso tiene menos qué ver con el género que con la seriedad con la que cada quien asume su labor creativa. Volveré luego sobre esto.

La participación femenina ha sido esencial en el desarrollo de nuestra cultura. Como bien señaló Angélica López Gándara durante su intervención, la señora Olga de Juambelz fundó Siglo Nuevo, quizá la revista lagunera que más presencia ha logrado con más de quince años circulando sin pausas. En el sentido del cuarto propio que la Woolf recomendaba para escribir, doña Olga ha hecho de esa revista un espacio donde se publican reseñas, cuentos, entrevistas. Pero además, doña Olga ha dedicado no pocas de sus colaboraciones a "sonrojar a La Laguna", es decir, a desvanecer prejuicios, tabús e ideas anquilosadas respecto a la vida en pareja, la sexualidad y otras cuestiones esenciales. Eso la emparienta con una constelación de escritoras y periodistas que han cambiado el papel de la mujer en estos páramos: una estirpe iniciada por figuras como Enriqueta Ochoa y Magdalena Mondragón, quienes abrieron brecha en la literatura y el periodismo (así a secas y sin etiquetas), y que continúa hoy con Angélica López Gándara, Yolanda Natera, Magda Madero, Dolores Díaz Rivera, Rosario Ramos Salas, por mencionar sólo algunas.

Para cerrar esta primera aproximación al tema, redondeo una idea que ya mencioné. Más allá de la división por sexos, hay en la Comarca un prejuicio que nos pone al nivel de las sociedades más oscuras, aquellas que la Woolf condenó en su charla de 1928: en La Laguna está vetada la literatura como carrera profesional, lo mismo para mujeres que para hombres. Como la imaginaria hermana de Shakespeare, los jóvenes que desean estudiarla deben dejar su casa y emigrar a otras regiones.

Comentarios: @vicente_alfonso

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