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El Síndrome de Esquilo

UNA BÚSQUEDA PERSONAL

El Síndrome de Esquilo

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VICENTE ALFONSO

Hace un par de semanas comentábamos lo mucho que han aportado las mujeres a la cultura en La Laguna y, en específico, a las letras. En un ambiente marcado por las carencias, en una ciudad que jamás ha contado con Facultad de Letras, la literatura ha sido, con frecuencia, una búsqueda personal. Hablaba entonces de una serie de textos destinados a analizar, caso por caso, la formación y la obra de las más destacadas escritoras nacidas en nuestra Comarca. Estos artículos, que aparecerán intercalados con temas varios a lo largo de los próximos meses, no podrían empezar con otra figura que no fuese nuestra poeta mayor. Así pues, para evocarla, reproduzco aquí unas líneas que escribí poco tiempo después de su fallecimiento:

"Así que usted es de Torreón" me dijo. Asentí en silencio. Ahí estaba, a unos pasos, la leyenda llamada Enriqueta Ochoa. La autora de Las Urgencias de un Dios y de Asaltos a la Memoria. Presentí entonces que citaría alguno de sus versos. En vez de eso, dijo: "¿No quiere una cerveza?" "No, gracias" dije, extendí la mano en señal de negativa.

"Qué lástima, yo sí", respondió: "Hubiera querido brindar con un paisano". Cinco minutos después alzábamos los vasos y compartíamos anécdotas de La Laguna. Marianne, su hija a la que tanto quiso, se había sumado al festejo improvisado, de modo que aquello ya era una especie de embajada coahuilense en mitad de la Nápoles. Fue la primera vez que visité a la maestra. Quedé impresionado por su sencillez.

Pionera en la lucha por los derechos de las mujeres, viajera constante, estudiosa infatigable, Enriqueta Ochoa mantuvo siempre una relación intensa con su ciudad natal. Fue en Torreón donde su primer poemario, Las Urgencias de un Dios, fue condenado por la Iglesia desde su salida en 1950: para muchos era difícil entender que una muchacha de 19 años se atreviera a hacer poesía a partir de misterios religiosos. Hubo incluso quienes exigían que la edición completa de aquel libro se quemara públicamente, mismos que intentaron sobornarla para que se alejara de esos temas en la literatura. Pero la joven no se arredró y a ese primer trabajo le siguieron muchos otros.

Volví varias veces a aquella casa. La charla fluía sin ruta previa: de la obra de Emily Dickinson a las mejores recetas para preparar cabrito, de la luz en Rabat a la tragedia griega. A veces la maestra hojeaba una libreta que tenía junto a su cama y nos leía versos que acababa de escribir. Versos que en ocasiones corregía allí mismo, mientras los leía. No se trataba del momento solemne que había previsto en mi primera visita, sino de un ejercicio mucho más cotidiano.

En aquellas visitas accedió a hacer un par de entrevistas, la más reciente con motivo del homenaje que le hicieron en el Palacio de Bellas Artes el 18 de mayo de 2008. (Conversación que se publicó en este diario, en esa fecha. Aquí la liga: http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/351831.se-adentra-en-sus-memorias.html). Faltaba un par de días para la ceremonia y el teléfono no cesaba de sonar: eran amigos que llamaban para confirmarle que estarían allí el domingo para acompañarla. Gente de Torreón, de Jalapa, de la Ciudad de México, de España, de Sud-américa. En aquella ocasión me dijo que la ciudad que más evocaba no era Rabat, ni Tánger, ni Madrid, sino Torreón: "Allí la gente es muy feliz. Tengo un recuerdo muy grabado: cuando iba a La Laguna, recién llegaba y me invitaban a una carne asada. No había caminado ni tres cuadras, me encontraba a otro amigo y me invitaba a una parrillada. Así, de invitación en invitación. Y me preguntaba yo por qué hacían tantas fiestas. Trataba de buscar en mis recuerdos y no hallaba por qué. Mis amigos respondían que siempre estaban buscando la manera de sentirse felices, de festejar algo, de tener invitados en casa".

Ahora que me he sentado a teclear estas líneas caigo en la cuenta de que, aquella vez que me invitó a brindar, la maestra Ochoa no hacía otra cosa que seguir ese instinto de celebración que tenemos los que nacimos aquí. Exactamente el mismo que nos reúne hoy en torno a su memoria para brindar por ella y por sus versos. Salud, maestra. Salud, paisanos.

Twitter: @vicente_alfonso

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