El Síndrome de Esquilo
Lo habíamos comentado ya en este espacio desde el año pasado: este 2014 se celebran cien años del nacimiento de tres personajes esenciales en la cultura mexicana: Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas. Escritores con obras e intereses muy distintos, los tres serán recordados y homenajeados, aunque quizá en distintas formas. Es de esperarse que Revueltas sea el menos evocado de los tres. A lo largo de su vida, don Pepe representó un personaje incómodo dada su insistencia en que la tarea de cualquier intelectual es ejercer la crítica de la sociedad en la que vive. Si bien su obra más conocida es El Apando, una novela corta que narra las atrocidades ocurridas en la famosa prisión de Lecumberri, existen otros libros que, aunque menos leídos, son igual o más claridosos para diseccionar la vida en México a mediados del siglo XX.
Desde sus primeros esfuerzos literarios, Revueltas parecía destinado a generar polémica. Los Muros de Agua, su primera novela publicada, nos permite entrever cuáles eran sus obsesiones: las fallas humanas, la justicia, la congruencia y la imposibilidad de controlar nuestro propio destino. Según cuenta en sus memorias, el joven José terminó de escribirla el 3 de octubre de 1940 con la esperanza de que su hermano Silvestre, entonces un músico afamado, la leyera. Eso nunca ocurrió, pues al día siguiente el hermano mayor habría de morir. No obstante, José pudo proseguir su carrera literaria gracias a que contaba con el apoyo del resto de la familia. Una muestra es que la primera edición de aquella novela fue costeada por los mismos Revueltas. Se trata de la reconstrucción, en clave absolutamente literaria, de una experiencia de juventud: a los quince años Revueltas fue arrestado por sus actividades políticas (concretamente por protestar en el zócalo capitalino) y enviado a las Islas Marías. Publicada cuando tenía 29 años de edad, la novela acusa una visión ácida y profunda de los sótanos de la vida nacional.
No obstante, fue en sus obras de madurez que Revueltas logró construir ensayos y ficciones que cimbraron, y siguen cimbrando, la visión de sus lectores: basta recordar una historia que ya hemos mencionado aquí: un año después de ser publicada, su novela Los Días Terrenales (1949) fue retirada de las librerías debido al escándalo que detonó entre la izquierda mexicana. Acusaba a determinados comunistas de ser dogmáticos, ciegos e intransigentes. Lo mismo ocurrió ese año con su obra de teatro El Cuadrante de la Soledad. A dichos títulos podríamos agregar otros: Ensayo para un Proletariado Sin Cabeza (1962) y Los Errores (1964). En ambos, Revueltas fue despiadado con tirios y troyanos, es decir, con la derecha y con la izquierda. Esto, claro, no le ganó muchas simpatías. Aún hoy abundan quienes pretenden caricaturizarle, hacerle quedar como un eterno revoltoso. Son muy pocos quienes recuerdan que una de sus ideas esenciales era democratizar el conocimiento: es decir que, para dar un mejor nivel de vida a todos los mexicanos había que comenzar por darles acceso a la educación, a las ciencias y a las artes.
En ese renglón, al menos, andamos todavía muy rezagados. Es precisamente en el prólogo al Ensayo para un Proletariado Sin Cabeza que Revueltas afirma que los mexicanos tenemos una "afición a celebrar los libros mucho más de lo que se han leído". Ahora que estamos arrancando este 2014 que seguramente estará lleno de homenajes y efemérides, un buen propósito sería conseguir cuatro o cinco libros de Revueltas, de Octavio Paz y de Efraín Huerta para no caer en los homenajes huecos de toda la vida.
Comentarios: @vicente_alfonso
visita mi sitio: http://www.elsindromedesquilo.blogspot.com
