Eran los últimos meses del año 2002 cuando un comando de terroristas islámicos chechenos, en pleno Centro de Moscú, se apoderó del Teatro Dubrovka, en ese momento atestado de gente, exigiendo al gobierno bajo la amenaza de acabar con sus rehenes constituidos por 850 persona, que ocupaban las butacas en el inmueble al ser secuestrado. En el escenario se representaba la función programada, el segundo acto de "Nord-Ost", un espectáculo musical y en las butaca apenas se estaba gestando una pavorosa tragedia.
Había pocas posibilidades, si no es que ninguna, de llegar a un arreglo con los terroristas para que dejaran pacíficamente el inmueble. Las autoridades consideraron había poco margen de maniobra para liberar a las personas privadas de su libertad, sin conceder lo que exigían los captores. Tomaron una drástica decisión que veremos en las siguientes líneas.
De ahí en adelante se sucederían las cosas con gran rapidez. Si los chechenos no querían dejar ir a los secuestrados sino retenerlos, fueran las que fueran las consecuencias, de las que estaban conscientes desde que semanas atrás decidieron tomar el inmueble, no, no habría poder humano que los hiciera retroceder. Después de todo, a su manera de ver las cosas, no era difícil ni nada del otro mundo, acatar las condiciones consistentes: uno, en la retirada de las tropas rusas de territorio checheno y dos, el fin de la guerra en aquella república caucásica. Los dirigentes rusos obviamente no estaban dispuestos a ceder ni en un caso ni en otro. Eso provocaría una dura reacción.
Los rusos no podían aceptar al chantaje, sometiéndose a las condiciones que fijaron los separatistas chechenos por duras que pudieran ser las consecuencias. La orgullosa ex URSSS no estaba dispuesta a doblegarse. Así fue como se puso fin con una medida radical al secuestro, tres días había durado la incertidumbre, se enfrentaban con la perspectiva de 50 terrorista fuertemente armados, dispuestos a matarse a sí mismos y a sus rehenes. A fin de acabar de una vez por todas con los militares rusos, el 26 de octubre de 2002, bombearon un agente químico por los ductos, para luego irrumpir. Se supo que 39 terroristas murieron junto con al menos 129 de los rehenes. Cifras que dejan muchas dudas sobre lo que realmente pasó.
Acá en la vecina Gómez Palacio, se produjo un incidente en el domicilio de un conocido abogado de la localidad cuya familia sufrió un robo durante las horas de una noche, en que mientras dormían fue totalmente saqueada su casa. A la mañana siguiente despertaron en el suelo enterándose que los ladrones se habían llevado el menaje de casa cargando hasta con el perico, por lo común alharaquiento.
En un rincón del comedor, uno de los cacos hizo sus necesidades en la alfombra dejando tremendos cartuchos. Se dio aviso a la Policía y en El Siglo de Torreón salió una nota sarcástica (¿o la imaginé?), ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón.
Todo esto viene a colación por la aprehensión de un conocido capitoste, en la que las autoridades dijeron no se había disparado un solo tiro, lo que dejó muchas dudas dado el estilo de quien sabiéndose perseguido utilizaba una y mil artimañas para no dejarse atrapar, cabe pensar se usó el mismo método y el fármaco naloxona que suponen los expertos se usó en el teatro ruso, modificado. ¿Sería?