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Emociones

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Fue una semana cargada de emociones. Hacía tiempo que no se me juntaban tantas de ellas.

Lo bueno es que la mayoría fueron buenas.

Primero, la llegada de Miguel y Franco.

Los sanatorios son lugares controversiales, dependiendo del lado al que llegues. En el Sanatorio Español, si vas al ala izquierda, es sólo dolor. Ahí se encuentran los enfermos graves y la terapia intensiva. Por ahí rondan los médicos cabizbajos y pensativos. En sus manos está la vida de mucha gente.

Pero en el ala derecha, todo es felicidad. En esa ala, por lo común, está maternidad y ves caras felices, llenas de entusiasmo y grandes esperanzas. Las madres, aún doloridas por el parto, se pasean orgullosas de haber traído al mundo un hermoso bebé. Cuneros se ve abarrotado de curiosos queriendo atisbar por los cristales para descubrir las facciones del nuevo ser.

Esta vez, deambulaba yo por el ala derecha. Y de pronto, anunciaron: "Ya nació Franco". Poco más tarde dijeron: "Vengan a conocerlo"; y todos nos abalanzamos hacia el quirófano. Franco apareció en una pequeña cuna y uno a uno fuimos entrando a conocerlo.

Bárbara, su hermana, temblaba de emoción cuando se lo presentaron, lo cual me agradó, porque significaba que no había rechazo de entrada. Ella seguirá siendo siempre la princesa de esa casa.

Miguel había llegado uno día antes, pero aún no lo habían puesto en los brazos de su madre.

Cuando se los entregaron a Claudia y a César Ernesto, todos lloramos de alegría. Nunca he visto más amor en los ojos de una mujer, como cuando ve por primera vez a un hijo.

Claudia, mi sobrina y César Ernesto, estaban verdaderamente felices. Como también lo estaban Brenda y Belarmino, con Franco; con la diferencia de que el primer hijo es siempre "el primero" y por lo mismo, es un milagro de vida.

Me resulta sorprendente ver en César Ernesto (hombre grande y fuerte), la ternura con la que abraza a su hijo y le da de comer. Esa imagen me hace recordar a los panda, con sus crías.

Y en medio de esas emociones, me llama Mónica y me dice que doña Beatriz se nos puso mala. Del cielo me fui al suelo y no recuperé mi alegría hasta que me cercioré de que estaba bien.

Llegué a visitarla y me topé con los ojos de mi ahijada Sofía, que la estaba cuidando. Pero resulta que esos ojos son los ojos de su padre, mi hermano; y por ello siempre me producen una gran alegría.

Creo que fue más el susto que otra cosa, pero nosotros tenemos una responsabilidad ahí que nunca se terminará, porque así lo hemos decidido.

Las cosas volvieron a la normalidad y el entorno volvió a ser alegre.

Debo precisar que, además de los sobrinos nietos de los que suelo hablar con frecuencia, tengo cinco más, que están fuera, pero que son tan queridos como los cercanos.

Las hijas de Alejandro: Bárbara, Valeria y Camila; y los hijos de Juan Manuel: Juan Manuel y Azul.

Además, están los hijos del Ricky, que viven aún más lejos, pero que siempre están presentes en mi corazón.

Ahora estamos llenos de sobrinos nietos, pero yo quiero más. En su tiempo, espero que Dios me permita conocer a los hijos de Abraham y de Curt, porque estoy seguro que serán unos niños divinos.

A pesar de todo, el año va cerrando bien. Las dificultades se superan y llegan nuevas alegrías.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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