En el principio, fue la imaginación que hizo al hombre representar lo que de otra manera no podía atrapar con su inteligencia. La imaginación que resolvió la manera de relacionarse entre el hombre y la naturaleza, la imaginación que abrió la percepción a lo que estaba escondido detrás de las apariencias, la imaginación que produjo al mito y al rito, a la religión, al arte en todas sus modalidades y que fue el antecedente necesario de la filosofía y de la ciencia.
Comienzan a aparecer los primeros espectaculares con propaganda política. De lo que carecen es de imaginación: en un estado con un futuro inmediato donde habría que pagar una deuda que se hizo válida por obra y gracia de un congreso que la avaló, los slogans dejan mucho que desear: "Tú tienes un problema y yo soy la solución". Mi problema es que, a pesar de las deudas, aún hay que mantener una infinidad de partidos pequeños, estatales, que no se entiende cuál es su propósito. El sabor de boca es que tener un partido ha resultado ser un buen negocio, pues se disfruta un presupuesto que te permite un buen nivel de vida a costa de nuestros impuestos, que a partir de este año le ha pesado a todo el mundo, sobre todo a los inversionistas, que cada vez encuentran menos caminos por donde escapar de tanto impuesto.
Otro slogan: "Honesto y trabajador". Los panteones están llenos de gente honesta y trabajadora. Eso es lo menos que podrías ser cuando se trata de ganar un sueldo, ¿o es que hay que acostumbrarse a que las personas que trabajan en el servicio público no sean honestas o no sean trabajadoras? Eso es lo menos que podrías ser; si no hay algo más, quédate en tu casa.
Las grandes ciudades se han hecho con mucha imaginación y esta ciudad se ha estado deshaciendo por falta de ella. Dicen que las grandes obras suntuarias deberían evitarse porque sería preferible que ese dinero se dedicara a la promoción social. Yo digo que las grandes obras suntuarias lo que producen son fuentes de trabajo y con el tiempo soportan una afluencia de turismo que sigue produciendo dinero que se reparte en sueldos, en impuestos y en capital que fluye. Uno viaja a las ciudades donde hay algo que ver o algo que disfrutar. Muchas ciudades viven de eso, del turismo. Aquí en Torreón, a los turistas lo único que le podemos ofrecer es una ciudad destruida porque la apatía es lo que ha producido.
Digan lo que digan, la mega plaza vino a cambiarle la fisonomía de ese espacio. Para mi gusto, no le han sacado todo el fruto que debieran porque las construcciones que la rodean no han cambiado ni se han atrevido a invertir en ellas; quizá esperan vender a buen precio, o el abusado comprar barato y vender caro para que papá gobierno, que no tiene, invierta, puesto que los dueños de las construcciones actuales no saben cómo sacar provecho a la circunstancia. Esto me trae el recuerdo del esfuerzo que hacía mi padre para que se construyera un estacionamiento en la plaza principal y nunca se logró por la oposición de las personas. Aún hoy, los alrededores de la Plaza de Armas dan lástima; lo que en su tiempo fue un orgullo, hoy es una soberana porquería que a nadie le importa porque se ha perdido la dignidad del lagunero.
Con un poco de imaginación, el espacio cambia. En donde están los actuales malls, antiguamente eran baldíos y nadie daba un peso por ellos. Ahora la plusvalía ha subido inmensamente porque todo mundo quiere estar cerca de aquel que fue capaz de imaginar; es allí donde se produce el negocio y se obtienen dividendos.
¿Qué tipo de imaginación nos ofrecen nuestros políticos? ¿El teleférico al Cerro de las Noas? Pues el teleférico. ¿El tren rápido a Saltillo, a Durango, a la frontera, a los océanos? Se les olvida que así nació Torreón. A la gran fiesta de las etnias (las dejaron morir) a la de un santo patrono, o no sé, a inventar la industria apropiada para dar trabajo a mucha mano de obra. De un desierto surgió "Las Vegas", porque hasta los gansters tienen que tener imaginación, y vaya si la tienen. Notros, que ciudad somos capaces de perseverar: ni el algodón, ni la uva, ni la maquila, la leche tal vez, el queso, los metales preciosos; con lo que tenemos ¿qué somos capaces de imaginar? ¡Slogans estúpidos!