Si en el Renacimiento, el hombre intentaba ser el centro del universo; si la representación mística buscaba una trascendencia metafísica esplendorosa que se expresaba a través del gótico y el barroquismo; si en los siglos posteriores, la inteligencia fue capaz de descubrir los secretos de la naturaleza y desarrollar el conocimiento científico; si se logra constantemente romper el límite de los records; si tenemos la información necesaria a la mano para afrontar todo tipo de problemas; ¿en qué hemos convertido al hombre?
Ni siquiera fuimos capaces de construir una sociedad armónica o de definir en qué consiste la justicia social. Nos hemos olvidado del problema metafísico que ya no tiene solución para concretarnos en el mundo de lo físico sin trascendencia, y por lo tanto, hemos creído que la moral puede aniquilarse en beneficio de la animalidad, o lo que pensamos que es la animalidad, aprovecharse del otro en beneficio personal.
Al hombre lo metimos en la dinámica de la filosofía de la superación personal, entendida ésta como que para ser tienes que tener. La segunda parte de este principio es que para tener no necesariamente tienes que esforzarte o conocer, o respetar lo que tradicionalmente se ha conocido como la paz social. El fin justifica los medios, no importa la manera en que tengas, el chiste es tener.
Así, el mejor negocio es la delincuencia que ni siquiera paga impuestos. Si destruye el cuerpo social, tienes. Si acabas con las relaciones familiares; tienes. El triunfador pertenece a los que acceden a ciertas marcas de autos o de ropa o de comida chatarra. Dicen que teniendo todo lo demás se compra: ¿La dignidad se compra? ¿El amor se compra? ¿El orgullo se compra? Dicen… El superhombre se desprende de toda regla ética o moral porque el castigo no existe; llegas a esgrimir la capacidad de corromper al que castiga y convertirte, en realidad, en un gran dictador que esclaviza al otro.
Con tanta información que presumimos y nos dejamos llevar por la demagogia, el negocio del manejo de la mentira que da falsas esperanzas. Esto comienza desde el paternalismo, de aquellos que se preocupan tanto de los sufrimientos del otro que comercializan con ello. Dicen que dan, pero curiosamente siguen acumulando bienes personales. Los políticos que tanto piensan en los pobres y que tal vez por ello, perpetúan la pobreza. Los partidos políticos se han convertido en un buen negocio. Prometer no empobrece. Desde la política, te pueden convencer que arrasar con pueblos para apropiarse de su petróleo es la lucha por la libertad. Lo mismo te convence un líder sindical que debes cooperar para acrecentar su fortuna personal con tus cuotas sindicales. Está velando por tus interesas.
La demagogia te hace creer que la pérdida de fuentes de trabajo es un proceso natural de toda economía. Es claro que los grandes capitales, con la globalización, concentraron la producción en los países que les ofrecieron la mano de obra más barata, dejando a la economía mundial temblando. Y todo se lo compramos a los chinos porque somos incapaces de hacer fuerza para recuperar nuestras fábricas. Ni siquiera salimos a votar. El mundo de la superación personal acaba en este conformismo que se vuelve dependencia. El hombre triunfador usa traje de marca, tiene un celular, un carro que apantalla; a fin de cuentas, un chico bueno: un consumidor.
El hombre cósmico: Celtibero, cartaginés, romano, visigodo, musulmán, judío, náhuatl, maya, inca, se reduce al hombre de la calle que manda mensajitos. Tal vez porque nunca le han hablado de todo lo que es, o no lo quiere saber. Es preferible vivir en el mundo de la fantasía de los superhéroes, de los jueguitos para entretener tontos. Afuera, el mundo sigue produciendo problemas que no han encontrado solución; tal vez ahí estriba el negocio.
¿En qué hemos convertido al hombre? Habrá que preguntárselo a las universidades, ellos dicen que son los formadores de la moderna juventud. Desde el momento mismo en que no les interesa ofrecer carreras como filosofía, o cualquiera de las artes, no les ha de interesar mucho llenar de contenido humano la vida del hombre. Las universidades se han convertido en fábrica de títulos sin profesionistas; por ello, abundan los fracasados.
El hombre ha dejado de buscar su vocación de hombre.