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Ensayo sobre la cultura

Lecciones de historia

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

A veces pienso que es muy conveniente el desinterés de la historia para los fines particulares de aquellos que se aprovechan de la incredulidad del pueblo para hacer sus fortunas a costa del hambre de los otros. Sin historia, no hay referencia alguna que nos permita calificar la bondad o maldad de un acto. Sin historia, nos hacen aceptar los hechos como si fuera lo mejor que nos podría haber sucedido, cuando, en realidad nos van a acarrear los males.

Primer hecho, la historia de la libre competencia. Se decía, que por medio de ella, se regulaba al mercado en beneficio de los consumidores. Hoy vemos que la libre competencia ha puesto al mercado en manos de unos pocos que son los que dominan las fluctuaciones económicas mundiales. Aunque Mills haya dicho en el tratado sobre la libertad que el estado no debería de entrometerse en las relaciones comerciales, eso es una gran equivocación, puesto que los de más poder siempre impondrán sus normas para que existan las máximas ganancias con los mínimos esfuerzos.

La libre competencia a lo que nos ha llevado es a abaratar la mano de obra que los países del tercer mundo pueden ofrecer a la economía mundial. No solamente los países del tercer mundo, sino todos los demás. Véase lo que está sucediendo en muchos países europeos, donde la industria se ha venido abajo, igual que en México, porque ha sido imposible afrontar la competencia que significa la mano de obra china que ha sido privilegiada por los inversionistas.

La historia nos muestra que una de las causas por los que los países americanos buscaron la independencia era por la imposibilidad de poder comerciar con libertad con otros países. El comercio debía realizarse a través de ciertos puertos controlados por las coronas de los países imperialistas. Hoy, el comercio es regido por los grandes capitales, que debido a los grandes volúmenes que manejan, pueden ofrecer mercancías baratas, donde la competencia no tiene nada que hacer. Cuando derroten a la competencia, entonces podrán imponer su voluntad en la economía de todas las naciones.

Cuando Cárdenas nacionalizó el petróleo lo hizo por algo. Tal vez, las generaciones actuales ya se olvidaron de las razones que tuvo Cárdenas para hacerlo y no tienen el marco de referencia para comprender el gran riesgo que se corre de invitar, de nuevo, a aquellas antiguas compañías, o a sus similares con nuevos nombres, a explotar nuestras riquezas naturales. Son los mismos que traen en jaque a los pueblos asiáticos, debido a los grandes mantos petrolíferos que tienen el deseo de controlar. Y cuando tengan en sus manos toda esa capacidad de energía, ya veremos lo que serán capaces de hacer.

Pero la historia también nos dice que los países democráticos surgieron bajo el supuesto de que los representantes de los ciudadanos eran capaces de proteger los intereses de sus representados en contra de una casta privilegiada que únicamente les interesaba explotarlos. Tal parece que la experiencia no ha sido tal, el dinero y el poder corrompe, hace olvidar de donde se viene y muestra que es más beneficioso dejarse corromper.

El principio de representatividad popular se ha convertido en el principio de representatividad de los partidos que se han convertido en castas que imponen sus intereses en contra de los de sus representados. Se comercia con el hambre para tener clientelismo, se dan dádivas por votos, hay una ley fiscal cada vez más severa y servicios cada vez más deficientes.

La historia nos enseña que a los reyes no les importaba mucho el hambre de los pueblos mientras que ellos podían gozar de lujos insospechados. Cuando a María Antonieta le fueron a decir que el pueblo protestaba por no tener pan, ella respondió: "Que coman bizcochos". La historia se repite y esperemos que no respondan lo mismo nuestros legisladores, quienes pienso que han perdido toda sensibilidad para tratar los problemas nacionales.

Nuestra Revolución se inició bajo el principio de la no reelección. Como el negocito de ser diputado o senador resulta ser muy productivo, ahora se echa abajo tal principio de tal manera que ya nos hemos quedado hasta sin revolución.

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