De nuevo, septiembre sirve para festejar un pasado en donde obtuvimos la libertad con respecto a España. Así nos lo enseñaron en la escuela. Algunos pensarían que no fue de España de quien nos independizamos, sino de Francia, porque en aquellos tiempos, Napoleón había invadido la península bajo el pretexto de llegar a Portugal, quedándose con el territorio hispano. Mucho sirvieron las peleas que la familia española tenía entre sus miembros, el hijo contra el padre queriéndole arrebatar la corona que fue a quedar en la testa de José Bonaparte mientras que Fernando VII y su progenitor fueron apresados por el emperador francés.
Toda América aprovechó la situación de la metrópoli para pedir su libertad, harta de tener que soportar que los mejores puestos los obtuvieran los peninsulares y el comercio tuviera que hacerse sólo por los puertos determinados por la corona. Algunos, pronto lograron su cometido, otros dilataron por lo menos una década. Ayudaron los errores mismos cometidos por la corona.
No hay que olvidar que en España misma, fue el pueblo quien se opuso a la intromisión de los franceses, logrando derrocar a José I para poner en su trono a Fernando VII, quien tuvo poco agradecimiento hacia el favor de sus súbditos. En este tiempo, fue cuando surgieron las Cortes de Cádiz que proclamaron una constitución liberal que no le hizo mucha gracia al rey, quien se amachó en permanecer en el absolutismo con tan nefastos resultados que al final de cuentas perdió todo un continente, el cual ningún monarca español tuvo la curiosidad de conocer, aunque le perteneciera.
El pueblo es quien sirve de carne de cañón para formar los ejércitos que se enfrentan en las batallas y que posteriormente no reciben las promesas prometidas por sus líderes. En el caso de México, muchas cabezas directoras fueron las que se alzaron para caer sin lograr del todo su cometido. Hidalgo, Morelos, Rayón, Guerrero, Guadalupe Victoria. De los anteriores, la Constitución de Apatzingán sería lo más cercano a un anhelo de patria benéfica para todos, mas no hay que dejar de reconocer que es Iturbide quien consuma la independencia, aunque para hacerlo traicionó a quien se le cruzó en su camino. De todos modos, después de intentar erigir su propio imperio, lo destronaron, pero ni así, el suelo mexicano logró la paz, pues los conservadores se enfrentaron a los liberales, los escoceses a los yorkinos teniendo como resultado una continua inseguridad que nos llevó a perder la mitad del territorio que no habíamos acabado de conquistar.
Nos independizamos, ¿para qué? Me imagino que la razón fue hacernos cargo de nuestro destino. ¿Nos darán razón de él? ¡Claro! Hemos defendido nuestra independencia, bueno a medias, porque en la intervención americana, (subrayen americana) perdimos Texas, California, Nuevo México, y en la francesa tuvimos el orgullo de vencer a Napoleón III.
Las vueltas que da la historia: Morelos es el espíritu que da vida a la Constitución de Apatzingán y su hijo, Juan Nepomuceno Almonte, es quien va a Francia a invitar a Maximiliano a que se haga de la corona de México.
A fin de cuentas, acabamos el siglo siendo independientes, aunque eso de poco les sirvió a muchos para acceder a una vida digna. La desamortización de los bienes de la iglesia sólo sirvió para forjar terratenientes, y en muchas regiones, la esclavitud no se llegó a erradicar del todo. Como que la repartición de los peces y panes se ha dilatado en llegar.
No estoy muy seguro de qué signifique para nuestra independencia todo este cambio de leyes. Americanos, ingleses, franceses, asiáticos, serán invitados a explotar nuestros bienes naturales que no van a dejar de ser nuestros a pesar de lo que nos muestra la historia de como ha sido la relación con nuestros vecinos. Las rencillas entre partidos en el siglo XIX trajeron la pérdida de territorio y en los tiempos actuales van por el mismo camino, ya que cada quien lucha por sus beneficios personales y no por el bien social.
El pueblo sigue siendo la carne de cañón; lo dice el salario mínimo, y lo dice también la tambaleante seguridad social, y la demagogia barata en la que nos siguen envolviendo que nos hace dudar de todo hasta de los héroes nacionales.
Pero en fin, vuelve septiembre, festejemos nuestra independencia y aprendamos inglés.