Septiembre, la Independencia; octubre, el descubrimiento; noviembre, la revolución, son tres meses que nos deberían hacer reflexionar sobre nuestro nacionalismo y lo que deseamos ser en el futuro. Según parece, nos arrepentimos de haber dado ciertos pasos y queremos dar marcha atrás, al igual que los cangrejos. Si nos independizamos, nos urge volver a ser dependientes invitando a empresas extranjeras a que se hagan cargo de la explotación de nuestras riquezas naturales; por ello, remediamos las nacionalizaciones del pasado y hasta a lo mejor les vamos a quitar la aureola a nuestros héroes para cimentar un futuro que se antoja colonial, donde nos habremos de convertir en ciudadanos de segunda, teniendo que competir en el mercado de la mano de obra barata.
Los mexicanos tenemos grandes problemas con nuestra historia, y por lo mismo, con nuestros héroes. Podríamos enumerar, desde Tlacaelel, que muy poca gente lo conoce, pero fue quien le imprimió el espíritu a los aztecas para llegar a ser el gran imperio que fue. En realidad de los tlatoanis aztecas, los únicos conocidos son los últimos a quienes les tocó perder un imperio: Moctezuma II y Cuauhtémoc (el nombre de este último significa águila que cae, pero que vuelve a levantarse. La segunda parte del nombre nos lo ocultan). Podríamos incluir el nombre de Ahuizotl, un emperador que no pudo vencer a los tarascos y continuar con los planes de expansión imperialistas.
A Colón lo tomamos como un explorador con suerte, se le cruzó un continente y nunca supo que lo descubrió, por eso no lleva su nombre. A Cortés lo consideramos un aventurero y ni una sola estatua de él se ha erigido. La Colonia nos pasa en la ignorancia aunque fue la época de la exploración de un continente con sus innumerables historias míticas, como las de la Chabola o las de las Amazonas. También de aquellos primeros intentos de independencia en ciernes, o los intentos de llevar a cabo las utopías del Renacimiento, como es el caso de Michoacán y de Vasco de Quiroga.
Tampoco nos platican mucho de las naos de China, o la rebelión de los chichimecas, de las misiones de los jesuitas y de su expulsión, y así llegamos a la independencia como un movimiento mal organizado y sin un propósito definido que acabó en manos de unos dictadorzuelos, la embajada americana y las logias masónicas que lucharon entre sí por el poder, para perder la mitad del país.
La Reforma nos causa conflictos porque el liberalismo no debió haber llegado a tanto y mucho menos afectar los bienes de la iglesia, aunque fue Cristo quien dijo: "Ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres", y demostró cómo se repartían los panes y los peces. Fue el hijo de Morelos quien nos trajo a Maximilano y a Porfirio Díaz, no lo bajó de dictador, aunque comenzó la industrialización del país y fomentó la construcción del ferrocarril y por lo menos en un nivel macroeconómico fortaleció la economía. Hoy, no sabemos qué hacer con los ferrocarriles. A Flores Magón lo dejamos encerrado en las cárceles americanas y Madero no tenía mucha razón en lo de la no reelección. A Villa no lo bajan de bandido y Zapata no debió haberse atrevido a repartir tierras, pero quizá el pecado más grande sea el de Cárdenas, nacionalizar el petróleo, o de López Mateos, inventar los libros de texto gratuitos. Ya estamos hartos de jugar al socialismo y de nacionalizar la banca; a pesar del perro, nuestro peso va en decadencia.
La Revolución es un continuo movimiento hacia no sé dónde. Por lo menos, no hemos llegado a las colas para conseguir el pan, pero al paso que llevamos y con tanto loco iluminado que hay por ahí, estamos en riesgo.
No sé si lo del salario mínimo es preparar el camino para hacer volver a la inversión extranjera, o si el sindicalismo heredó un contubernio para traficar con la necesidad humana. Ahora ya no estamos seguros de nada.
Pero en fin, el nacionalismo consiste en festejar lo mexicano, aunque ignoremos nuestra historia, o no recorramos el país por la inseguridad. Aunque desconozcamos el barro negro de Oaxaca, la marimba de Chiapas, los diablos de Ocumicho, el árbol de la vida del Estado de México o los Alebrijes del D.F., estos meses nos deberían servir para conocer nuestra historia.
Felices fiestas.