Octubre es el mes del Descubrimiento de América, aunque al parecer, a pocos les gusta que se haya descubierto este nuevo continente y mucho menos conquistado, ya que se tiene mucha dificultad de aceptar este hecho consumado. Nadie quiere ser pariente del que vino a descubrir y mucho menos del que conquistó, porque eso implicaría ser lo uno o ser lo otro, y en estos tiempos, preferimos criticar a quien lo es, que serlo.
Los arrojados insisten en explorar Marte, aunque sea con un carrito de control remoto, y de mandar sondas más allá de los confines de nuestro sistema planetario para que manden información de aquellas partes a donde no podemos llegar; del mismo modo, hay quienes se interesan por las profundidades del mar que en sus abismos esconde mundos desconocidos que pueden resultar fascinantes para cualquier explorador.
Uno de los rasgos distintivos de la humanidad ha sido el ser curiosos, y ese hecho produce la inquietud de quienes no se pueden estar tranquilos en sus lugares de origen y optan por emigrar a otras partes en busca de mejores condiciones de vida. ¿Qué hubiera sido de los aztecas si no se hubieran atrevido a emigrar en busca de su tierra prometida? La misma pregunta se haría con respecto a los judíos que fueron expulsados de todas partes. ¿Qué se hubieran hecho las tribus que vinieron de los godos o que hubiera pasado con los propios musulmanes y con los cristianos si no hubieran salido de sus lugares de origen a esparcir su manera de pensar y a llevar sus culturas a otras tierras? El mundo no disfrutaría ni de la mitad de la riqueza con la que cuenta ahora y la humanidad se hubiera convertido en una sociedad de conformistas que únicamente vendrían a sumarse a todas las demás manadas de animales que pueblan la Tierra.
Lo bueno es que seguimos siendo inconformes y buscamos expandir nuestras áreas de influencia. Ahora nos han metido en la cabeza que participemos de la globalización, que consiste en la conquista de los mercados y en el intercambio de tecnología, de ideas, de cultura de usos y costumbres y todo lo demás que el hecho implica.
Ser un descubridor o ser un explorador no creo que sea malo, a lo mejor lo es el convertirnos en conquistadores y por eso los que lo son no quieren que otros lo sean para que no les compitan y atenten en contra de su ganancia. Pero en este juego, del liberalismo, de la libertad comercial y la libre empresa, si no eres de los que triunfas, te convertirás en los que fracasan. Si nos metimos en el libre comercio, entonces deberíamos de saber jugar este juego para no quedarnos en la rezaga. Se supone que se puede aspirar a la repartición de este gran pastel si cuentas con que conquistar el mercado. La falta de fuentes de trabajo significa únicamente que los productos que estamos consumiendo no los estamos fabricando nosotros, sino son otros los que se llevan la ganancia. El estar clamando por la inversión extranjera es el estar aceptando nuestra incompetencia en este campo y dándoles la razón a los que piensan que en esta vida hay razas fuertes y débiles y que los fuertes no tienen por qué compadecerse de los débiles a los que hay que dejar fenecer.
Yo estoy de acuerdo con todas las personas de buena voluntad que piensan que el mundo debiera de manejarse de otra forma y que es necesario que exista un código ético que normara las relaciones entre las personas para no permitir la explotación del hombre por el hombre. Después de leer el Ensayo de la libertad de Mills y El príncipe de Maquiavelo, es muy iluso pensar que eso pudiera suceder. Desde antes de meternos en lo que nos metimos, eso ya lo sabíamos, ahora tendríamos que ser consecuentes.
Mas el hombre no es consecuente. Se sabe muy bien que nos estamos acabando el mundo si no hacemos algo pronto. El cambio climático es obra del hombre, si no se detiene, lo destruirá. Tengo demasiada confianza en la capacidad de los humanos para resolver sus problemas, pero también me temo que en muchos campos no se lo permiten.
No se dejará de seguir criando vacas en esta región aunque nos acabemos el agua. Los que tienen posibilidad, la traerán de fuera a cualquier costo. Los otros que se mueran de sed. Si se dejan morir a los de abajo, entonces se terminarán los mercados y no habrá necesidad de tanta producción. Quebrarán las empresas. Estamos enganchados a la naturaleza y a sus ciclos de vida. El interés de unos pocos puede destruir la mutua dependencia y entonces no seremos más que cadáveres.